Razones para reír, aprender y llorar
La imagen, me encontraba en la Avenida Las Américas de la ciudad de Mérida, justo en frente de la célebre panadería Los Carvalhos, donde la atención es siempre buena, los jóvenes panaderos que atienden miran de reojo los gestos de su jefe al final de cada atención al cliente, buscando descartar una mirada de molestia o decepción. Eran casi las 7 de la noche, creadores pintaban con desespero nubes de colores para sorprender a los merideños. Ahí, en esa calle, iba yo caminando con un inmovilizador manual en mi brazo derecho, había sido fabricado por el ingenio y un poco de ego del joven doctor Ilber Ramírez. Mi mano izquierda cargaba la pesada mochila de más de 25 kilos, mi hombro izquierdo cargaba un pequeño bolso azul de 2 kilos, además de cargar con mi bolso pequeño de ataque, mi mano derecha incansable cargaba un pote de plástico donde quedaba un poco de agua. A pesar de ello, mi rostro cargaba una pesadísima sonrisa con muchos kilos de felicidad, el mayor peso lo llevaba mi alma, la felicidad ¿Cómo puedes sonreír en un momento así de terrible? Con un brazo recién salido de su lugar, acababa de sufrir una luxación de brazo derecho, estaba de viaje solo, cargaba una pesadísima mochila, era de noche y no tenía donde quedarme a dormir. No lo sé, solo era feliz. Risas y lágrimas de alegría evocaban con fuerza hacia un lugar mágico donde la vida me regala motivos para vivir, Mérida. En horas de la tarde, a eso de las 4:30 aproximadamente mí estomago se comunicó con mi sistema nervioso central: -Epa ya está bueno, lo último que comimos fueron esas galletas donde viste la Laguna esa que por momentos el hambre me robó. -Ya va dame un chance, déjame buscar un buen lugar para comer hermano.-Respondió el nervioso- La mañana antes del accidente busqué desde San Rafael de Mucuchíes un lugar para almorzar, pero la mayor parte de ellos me ofrecía dulces, comidas saturadas de azúcar que mi estómago rechazaba. Sin éxito bajé hasta el pueblo de Mucuchíes, en una pequeña panadería pedí dos panes de queso que me costaron 50 Bs y un pan de coco por 20 Bs, allí vi un grupo de 4 mochileros saciando su hambre también, no presté mucha atención a ellos, el hambre me lo impedía, es costumbre buscar conversa con estos grupos, les iba a preguntar lo siguiente: “¿De dónde vienen? ¿Saben cómo llegar a La Musuy?” Ellos se retiraron y así abandoné mis deseos de conversación. Seguí buscando comida, asomándome de vez en cuando hacia la montaña que acompañada de nubes estaba, por este motivo decidí bajar hacia el pueblo de Tabay y abandonar mis deseos de subir a las aguas termales de “La Musuy”. En el camino me monté en un autobús para bajar al pueblo donde mi hambre esperaba ser saciada. Con la pesadísima mochila y mucho cansancio pensaba sólo en mi regreso a Valencia, ya mis piernas cansadas de caminar largas distancias pedían reposo. El autobús no tenía puestos libres así que me quedé en la puerta de pie. La tragedia se veía viva, enterita, cada persona hacia su predicción respecto a lo que me podría ocurrir cargando con esa pesada mochila. Una señora muy amable decidió ayudarme y así prevenir un accidente mayor. Mientras tanto busqué una posición adecuada para permanecer en aquel medio. En una curva un poco pronunciada el autobús fue frenado con fuerza por el conductor, mi cuerpo se mantenía en aquel autobús por mi miembro superior derecho que con fuerza intentó mantener de pie mi sistema axil, el intento fue llevado hasta lo más extremo de lo posible, mi articulación del hombro derecho procuró evitar que el amigable humero se separara de él, su misión fracasó. Los músculos del manguito rotador y otros no menos importantes hicieron su mayor esfuerzo por mantener al humero. Entre gritos, algunos ligamentos que se unen con la cavidad glenoidea se estiraron provocando alarma en las neuronas del plexo braquial, gritos inconmensurables despedía cada neurona, llegando rápidamente a mi sistema nervioso superior, haciendo casi que viviera por momentos en el presente, la velocidad de conducción fue extremadamente arrasadora, los pilotos de fórmula 1 más destacados aplaudieron aquella velocidad tan radical. Caí al suelo en ese preciso momento, sufrí una luxación en la articulación del hombro derecho, dolor inmediatamente terrible. Los siguientes minutos corrieron a gran velocidad, varias personas me ayudaron a sentarme y entre dos personas me inmovilizaron el brazo con un suéter. Un joven presentó una preocupación tremenda hacia mí en aquel momento de desesperación. Sólo recuerdo muchas palabras, varias personas decían palabras que chocaban unas con otras, el transito comunicacional era nefasto. Tratando de inmovilizar mi brazo se enredaban dos objetos, al final la calma reclamó su lugar, la paz volvió. -Si quieres cuando lleguemos a Mérida te bajas con nosotros, yo ando con un grupo de varios, nosotros te ayudamos.-Exclamó el joven- Acepté la ayuda y traté de retomar la calma, extinguir el dolor hasta llegar al hospital. Una descripción medica buena del dolor (seguramente criticada por uno de mis maestros) sería así: Dolor de aparición brusca, localizado en la articulación del hombro derecho de intensidad 8/10, irradiado a miembro superior derecho y cuello, pasa a ser de carácter intermitente con periodos de acalmia de uno a dos minutos, agrava con el movimiento de la articulación y presenta acalmia con: Traté de no pensar en nada, poner mi mente en blanco o pensar en la naturaleza que hacía unos días había conocido mi alma, grandes poblaciones tiene ya edificadas en estas zonas, algunos ministros intentan lo imposible para evitar su proliferación hasta los rincones más profundos del pensamiento. Traté de pensar en que todo estaría bien, la preocupación desapareció progresivamente, el dolor siguió con intermitencia, el sistema humano no es tan tonto como para dejar pasar un dolor así de fácil con recuerdos de sonrisas y almas brillantes. En unos 45 minutos llegamos a la ciudad de Mérida, acudió a ayudarme Amilcar, así se llamaba el joven que me ayudo antes, el que preocupado demostraba su interés innato en ayudar. Cargó mi mochila y junto a sus amigos me acompañó hasta un hospital que se encuentra cerca del terminal donde nos dejó el autobús. Allí me atendió en un rato un médico, me envió a hacer una placa de Rayos X, los que por casualidad fueron descubiertos y luego usados ridículamente. Luego de observar la placa el doctor realizó una maniobra sencilla, esperando el grito de dolor cuando el humero retornara a su sitio, el grito nunca llegó, escapó. La articulación se abrazó nuevamente, el humero acompañó de nuevo a sus inseparables compañeros, la escápula y la clavícula. El doctor me colocó un inmovilizador y el camino continuó. Todo en orden, ahora debía volver al terminal, dejar la mochila en un lugar donde guardarla y buscar una posada para dormir. Así llegó ese momento, con mi mano izquierda cargaba la pesada mochila, en el hombro izquierdo cargaba dos pequeños bolsos, en mi mano derecha un pote de un litro y medio lleno de un poco de agua ¡ah claro! y una pesada sonrisa cargada de risas. Pude imaginar cómo me veía realmente, un poema de locura. Reír. Escapar de las risas en los “malos momentos” es parte de la educación que debe recibir el terrible ser que habita en nuestras almas, es nuestro deber educarlo, enseñarle a reír en esos momentos de sabor tan amargo. Debes estar loco para sentarte a morirte de la risa en un momento aparentemente trágico, solo en una ciudad donde no conoces a nadie, con un brazo inmóvil y un peso tremendo por cargar. Pero ¿sentarme a llorar de dolor serviría de algo? ¿Apaciguaría el dolor? ¿Cómo llorar o estresarme si había tenido tanta suerte? ¿Suerte? ¡Que se te salga el brazo no es suerte! Bueno, suerte es haberme montado en el autobús adecuado donde un grupo de personas me ayudaron y rieron para hacer desaparecer el dolor. Reír hace desaparecer hasta el mayor dolor, cuando reí no existió más dolor, podía creer incluso que a mi alrededor podría existir algo de envidia, quizás algunos desearían robar esa felicidad que con buen aroma limpiaba los aires. Algunos usan las sonrisas como terapia en la medicina, sin embargo, estas no son suficientes para curar, el alma tiene diversas porciones que deben ser educadas para vivir feliz, reír no es suficiente, es solo una minúscula parte de la verdadera curación. Un alma educada puede reír aun en su desesperación, puede reír aun cuando la muerte transite a su lado, puede reír junto a la muerte, realizar una armonía a dos voces junto a la muerte, robarle el triste componente que tantos le dan a ella ¿Cómo podría no llorar si alguien que amo ha fallecido? Si amas esa alma, su esencia permanecerá en tu corazón, no hay nada que te pueda separar de ella más que tú mismo. “Tu estas definitivamente loco” dirían algunos. Podrías reír por lo ridículo que suena el hecho de que ahora estés separado de esa alma solo porque su cuerpo desapareció, o puedes quebrar tu alma en llanto, cualquiera de las decisiones que tomes es buena, tu alma debe aprender a transitar ambos caminos. Incluso nuestras almas se burlan de nosotros y nos juzgan como locos cuando reímos donde normalmente el popule llora, donde una carcajada es un insulto social, bueno, así es que las almas aprenden las cosas, poco a poco, solo debes dejarla pensar un rato. Hemos aprendido a no llorar aunque las almas que amamos no nos amen, aunque nos ignoren y rechacen nuestra mano, inténtelo, quizás llorar sea el primer paso, quizás angustiarse sea el primer paso, quizás…hemos aprendido a no llorar cuando fracasamos, cuando fallamos a otra alma, cuando decepcionamos a nuestros familiares, cuando nuestros amigos se separan de nosotros, cuando el odio nos domina, cuando la sociedad nos aplasta y nos juzga como tontos e inútiles, inténtelo, quizás levantarse sea el primer paso, quizás hacer silencio sea el primer paso, quizás…sonreír casi siempre es uno de los últimos pasos, es por ello tan difícil creer que sea posible reír en aquellos momentos, la distancia entre la tristeza y la alegría es realmente larga en muchas almas, es nuestro deber hacer desaparecer esa distancia. Las almas a veces son tercas y permanecen llorando en un rincón, varias veces ha sido necesario amarrarla y con un caballo arrastrarla a ver el sol, a ver las estrellas, buscar constelaciones, dibujar formas en las nubes, conocer el aire de las montañas, ver un pequeño Siete Colas (Leptasthenura andicola certhia) cantar en un pino, ver la lluvia caer y como las plantas celebran su llegada con cantos contrapuntísticos bellísimos, ver…son muchas lecciones. Aún nos falta recorrer muchas de estas autopistas. Aprender, ¿Sería usted capaz de ayudar incondicionalmente a un desconocido con todo lo que tiene? Es una pregunta de la que muchos escaparían “Pero si no tengo dinero para ayudar a nadie” “Mas bien necesito que me ayuden a mi” “Cónchale no se ¿Y si después de pasa algo a mi o me están buscando estafar?” “Creo que sí, pero bueno, depende del momento”. Por ahora sólo nos dedicaremos a aprender a ayudar. Ser médico no significa para nada ayudar a alguien, el corazón es el verdadero dueño de esa labor, hemos visto médicos que han curado incluso enfermedades terminales pero nunca han ayudado a su paciente, el cual llega incluso a desprestigiar el trabajo del galeno. En esta ocasión el doctor Ilber realizó una gran labor al reparar la dolencia, pero su trato al paciente fue netamente de rutina “Esta es una maniobra que suele causar mucho dolor, todo depende de la colaboración del paciente, tienes que calmarte para que salgamos rápido de esto” ¿Salgamos rápido de esto? “Anda para que te hagan una placa”. Curó el dolor pero el paciente notó su forma de ver al paciente como “uno más”, de una u otra forma, estoy agradecido por su trabajo. Ser médico no significa tampoco relacionarse de forma extremista con el paciente, esto puede llevar otros problemas, pero un alma bien educada podrá alcanzar los rincones más ocultos del corazón de otra sin herir su propio ser. De hecho, el mundo se quema cada día, cada día destruimos, contaminamos, parasitamos el mundo que todo nos da, y son pocos los que se dedican a la labor de cuidar el mundo como prioridad. Como estudiante de medicina reconozco con mucha seguridad que hay problemas más importantes que salvar la vida de alguien (como médico), quizás la mayor parte de las vidas salvadas sean un microorganismo patógeno más que destruye al mundo cada día con sus acciones, quizás no, con dureza soy capaz de decir que no me quita el sueño salvar muchas vidas como médico, sino como humano, como habitante del planeta, de otra forma, que no sea un mero intercambio de “valores” monetarios por salud. El dinero no tiene valor, salvar una vida que no lucha por salvar al mundo es casi imperceptible para la tierra que mientras tanto nos llora. Salvar una vida, curar una enfermedad o aliviar el dolor con felicidad es una labor muy bonita pero, aunque sea duro de aceptar para muchos, aplastante, nunca será más importante que salvar la naturaleza, nuestro planeta, plantando un árbol le regalas oxígeno a miles de almas, de especies, salvando un alma puede ser que no, esta de hecho podría ser la próxima en contaminar o acabar con la naturaleza. Bueno, sigamos, quien realmente ayudó al afectado fue Amilcar, su preocupación sorprendía al que observaba aquel momento tan fugaz de terror, su trató hacia el desconocido educó a más de un alma que cerca se encontraba, pobres aquellos que taparon sus ojos y ensordecieron sus oídos en aquella clase magistral de vida que Amilcar presentó, los afortunados que asistieron a aquella clase apreciaron en vivo la teoría y práctica de asistencia humana. En un momento el afectado se sentía curado, más preocupados se encontraban los que ayudaban. Amilcar tuvo dos ayudantes en especial, la clase fue excelente, los espectadores atónitos quedaron a aquel momento, sus mentes luego sorprendidas escribían relatos para contarle a sus conocidos sobre aquel momento, lecciones de vida para enseñar a sus hijos, algunos hacían de la historia un poco más heroica de lo normal “¡Al chamo se le fracturó el brazo!”. La clase esta aún rindiendo frutos, se multiplica ¿Hasta dónde llegará? Gracias Amilcar, de pana a mí también me has dado una lección, afortunados los que te rodean, deben aprender mucho de tu intelecto. Sólo las almas más educadas acuden a dar estas clases magistrales. Llorar ¿Para qué? Es nuestro deber educarnos con más lecciones para poder hacer un pequeño resumen sobre el origen y la verdadera tarea de las lágrimas.
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
RELATOS Razones para reír Dame uno andino Un viaje repentino Pasos Misteriosos ¿Qué será de los libros de historia? Sentados en el Malecón El buen venezolano Pasos misteriosos 2 Con media mochila El gigante de Mifafi Que se apaguen las alarmas La travesía Sin oxígeno ¿Miguel, activo para Chuao? Cuando Respiramos La precariedad ¿Tú todavía estas esperando los 30bs? Carreras por debajo del asfalto Tonada de las Olas Tonadas del mar Caribe Tonada de la medianoche Humboldt La paciencia Los caminos La imaginación El miedo La victoria El descenso ¡Entra en nuestros blogs!
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