Tonada de la medianoche Al regresar de aquel pozo sin nombre nos acostamos en la arena, de uno en uno se iban agregando cada uno de los especiales acompañantes de esta senda. No sabría cómo explicar la manera en que la noche aplastó la luz del día, simplemente, en la contemplación que me absorbió de ese paisaje me dejé llevar por mis pensamientos que grandiosas imágenes y palabras me regalaban. En un instante recuerdo que compartimos una cena muy humilde pero exquisita, mi grupo y el de nuestras nuevas compañeras de viaje temporal nos dimos de la mano, compartimos pan, atún, sardina, galletas, diablitos, etc. Posteriormente la contemplación cautivó al resto del grupo que con ojos limpios apreciaba aquella bellísima escena de la noche. Sin embargo Luis Daniel, mi hermano menor no se dejó absorber por aquella vista y comenzó a darle vida a sus ideas. Inició a dibujar figuras sobre la arena con sus manos, espirales como caracoles de diferentes tamaños, especies de pirámides, montañas en forma de espiral y puntos. Esto excitó la mente de cada personaje del grupo que comenzó a plasmar sus ideas en la misma arena, clara y laxa. Gustavo dibujó banderas de Chile y Venezuela y una gran arepa. Daniela apoyó a Luis con caracoles y curvas hermosas. Henry intentó realizar una especie de pirámide gigante y luego una especie de camino hasta su cima formado por un espiral espectacular, pero su intento fue escasamente útil para el arte. Yael dibujo soles y especie de rostros con espirales y curvas muy detalladas. Yo dibujé un gigante rostro de características exageradas, al cual le dediqué mucho empeño aunque creo que no alcanzó por miles de leguas a la belleza artística que mis compañeros forjaron sobre esa arena, esta, nos regaló algo más que un lugar para recostarnos y descansar. El cansancio alcanzó rápidamente los cuerpos de todos que cayeron desplomados sobre la arena, sin embargo, yo acostado apreciaba la luna, esta se encontraba en cuarto creciente de Artemisa e iluminaba tenuemente la belleza del arte que habíamos realizado en el sílice. ¡Ah, Artemisa tus flechas han herido a más de un hombre! Por otra parte, vislumbrando el mar, en aquella oscuridad, unas nubes que parecían colorearse de azul marino, muy oscuro, me elevaban en otra nube hasta llegar a estar solo a centímetros de ellas. ¡Ah! Bellas nubes, arena, oscuridad, sonido, vida. La orquesta fue disminuyendo la intensidad de sus partituras de piano a pianissimo y de pianissimo a pianississimo, allí el director de orquesta bajó la batuta y dejó que el mismo aire condujera la orquesta, casi imperceptible ahora. Entrando por el canal auditivo hizó escena un señor de unos 65 años de edad, de mediana estatura, diríase endomorfo; tez clara pero un poco tostada, su rostro reflejaba reflexión, añoranza, algo de nostalgia, algo de alegría quizás conteniendo algunas lágrimas de felicidad; vestía una prenda más parecida a un liqui-liqui que a una “garibaldina” color blanco, pulcro, brillante, unos pantalones que le quedaban “brincaposos” e iba descalzo demostrando una humildad casi absoluta, aunque para algunos no exista lo absoluto. Con un cuatro en sus manos este señor ha decidido sentarse en el piso y con sus uñas largas tañer las cuerdas del instrumento para luego afinar rápidamente el pequeño instrumento. Este señor comenzó a tocar una armonía muy bonita, llena de acordes, uno que llamó mucho mi atención fue uno menor con séptima añadida y un charrasqueo perfecto. Con su voz de tenor comenzó a cantar, casi hablando pero con una melodía bellísima, una tonada, más específicamente, la tonada de la medianoche. La tonada en Venezuela es utilizada como canto en la labor del campesino, durante la caza, la pesca, el ordeño, el momento de moler maíz, el descanso y otros motivos. Con notas largas en algunas frases, agudas, algo similar a los melismas en algunas fracciones, es una monodia por cierto, con un sentimentalismo que puede llegar a ser afligido y muy nostálgico en algunos casos. Así, repetía y cantaba otros versos de los que mi memoria fue desechando, pero ¿Por qué los desechó? Es que algo me mantenía en la tierra. Todos permanecían dormidos, Nacha se retiró a su carpa, Vanessa y Rafa lo mismo, el resto permaneció allí acostado con sus ojos cerrados. Al parecer solo había dos almas semi despiertas en ese momento, Yael y yo. Comencé a voltear a observar mí alrededor, hacia un lado, luego hacia otro, acercándome un poco a ella que estaba un poco más atrás y por encima de mi lugar. Finalmente una pequeñísima casi paulatina pero a la vez fugaz chispa inició una vuelta de palabras entre aquella sirena y yo. Comenzamos a conversar de muchísimas cosas, quedándome a veces sin respuesta para muchas, seguíamos hablando de lo bonito de aquel lugar, de su magia, sin dormir. Podría decir que en aquellos días podía pasar las noches sin dormir un minuto y pasar los días con lucidez y alegría desbordada, y es que, la magia de estos lugares te transporta, te hace sobrevolar lugares infinitos y llenos de paz. Entre aquel intercambio de palabras, se me hacía imposible imaginar otra sonrisa tan radiante y noble como la de aquella chica, su mirada fija y atenta, sus cabellos rulos que hipnotizarían a muchos hombres, de los que por demás ella en aquel momento despreciaba y los imaginaba indecentes, yo solo me preguntaba “¿Por qué dice eso?”. Mientras esto sucedía casi sin darnos cuenta poco a poco el resto de los acompañantes se fue retirando, Luis, Daniela y Henry se retiraron a descansar de la extenuante jornada. Solo Gustavo quedo por allá echado tratando de dormir mientras el agua que golpeaba la luna casi le llegaba a sus pies. Atrapado por aquella belleza permanecí largo rato, quien sabe, quizás horas, pero el tiempo no tenía mayor importancia en aquellos momentos, habíamos vencido lo que el hombre teme, el tiempo, que lo persigue cada día y lo aplasta, humillándolo cada vez que falla en algo por “cuestiones de tiempo”. Solo nos dedicamos a escucharnos y admirar cada una de nuestras palabras, doctrinas y experiencias. Invaluable recuerdo ¡Ya sé que hacer! Nunca escaparas de mi memoria de largo plazo. En un momento Gustavo despertó y acudió a nosotros para seguir charlando, lo mismo pasó con Nacha que salió de su carpa y encontró nuestra compañía. Conversamos largas horas, Gustavo les dio la oportunidad a estas viajeras de escuchar los cuentos de sus viajes por el oriente asiático, ellas seguían compartiendo con nosotros sus historias y un chocolate venezolano que sacó Yael de su pequeño y rectangular bolso azul. Jugamos un rato con una raqueta, buscando volver a ser niños por un momento y unos minutos después, el verdadero ángel de los sueños saco de nuestros pechos un alma que descanso precisaba. De resto todo fue muy rápido, muy temprano recogimos todo, compartimos el desayuno que unos costeños nos regalaron y en la misma lancha etiquetada como “La esperanza II” partimos para despedirnos. El mismo chuaeño que nos trajo a Tuja nos llevó a Choroní, antes haciendo una parada en Cepe, playa en la cual donde se quedarían las chicas chilenas. Sonrisas eternas se grabaron en aquella lancha, al menos desde donde yo estaba. Nacha se despidió de mi con un gran abrazo que en el fondo dolió un poco y Yael, aquella flor de loto se despidió de mi cuando ya la lancha se alejaba de ellas, con un beso que puso en su mano e impacto mi memoria, que múltiples fotos y videos guardo de aquel momento, que definitivamente irá a los recuerdos en mi memoria de largo e infinito plazo, aun, ni la muerte borrará de mi alma ese momento. ¿La vida es cruel? No, cruel sería si nunca me hubiese dado la oportunidad de conocer a mujeres como ella. Dove è oggi la donna dil sorriso più bello?
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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