La travesía Aquella noche fue bastante cómoda, teníamos las energías por las nubes. Gustavo nos convenció de subir una pequeña loma desde la cual podríamos ver la belleza de la Gran Sabana y del monte Roraima. Debíamos primero cruzar un rio, así empezamos a entrenarnos un poco. Al subir aquella loma pasamos por una catarsis, podíamos observar el tepui Roraima, parecía que estaba cerca, eso pensaba yo. Entre nubes, en silencio, después del desastre que pasaba aquellas noches el balneario de Saro Wapo, dominaba la tranquilidad que arrimaba un poco al costado todo el ruido molesto, pero solo por un rato. Cuando esta gente despertara volvería el bullicio y el desastre. Estuvimos solo unos minutos allí, los pocos del grupo que decidimos subir. Azules bastante claros abrazaban al tepui, las nubes trataban de tapar un poco la imagen del gigante que durante la noche secretos esconde. Al descender Gustavo usó algo de su verbosidad para convencer a todo el grupo de dividirnos en dos aquel día, un grupo iría la mañana entera a conocer quebrada Pacheco mientras el otro grupo cuidara las mochilas y el resto de las cosas, para la tarde intercambiaríamos el papel. Sinceramente yo creí que era falso aquello de que el grupo de la tarde tendría tiempo suficiente, entonces me fui con el grupo de la mañana. Gustavo, Chiche, Alfredito, Vanessa, Eduardo, Rafael, Genesis, Manuel, Langely y yo. Salimos sin peso, entonces se postergó un poco el cuento de la media mochila. El sol preparaba su látigo para flagelarnos, nos llevamos un poco de agua y algunas otras cosas en un bolso pequeño y emprendimos la ruta. El camino se hizo de risas y cuentos, a veces predominaba el silencio y a lo lejos cubierto entre nubes podíamos ver a Roraima y Kukenán. Mientras caminábamos veíamos a Wadakapiapue y Karaurin. Aquellos hacían más confortable el camino soleado, el bloqueador solar esta vez no fue suficiente. Como pollo en brasa pasamos aquel largo camino, que se hacía interminable y además sentíamos culpa por el otro grupo, ya que la mañana pasaba velozmente y sabíamos que no podríamos disfrutar con calma de los lugares que visitaríamos. Gustavo vio una pancarta que decía “Sector La piscina” solo debíamos caminar 500 metros para llegar allí. Caminábamos con calor, ya no teníamos agua. Recuerdo ver a Rafael lanzarse a beber agua de un charquito de agua que nos conseguimos y luego Vanessa darnos una clase de parasitología. Después Manuel nos dio una clase de Farmacología para recordar los medicamentos que debíamos tomar al regresar a Valencia, que por cierto desde hace 5 meses no he conseguido en las farmacias. Llegamos a la piscina. ¿Usted que se imagina? Un paraíso ¿verdad? Bueno la verdad es que nos encontramos fue con una muchedumbre ocupando todo el espacio, ni me atreví a contar la cantidad de personas. Eran tantas que regalo natural quedo anulado, desaprovechado y destruido. La bella fachada que trataba de regalar la sabana se convirtió en un vulgar lugar más bien parecido a una piscina pública de ciudad. Es hermoso aquel pozo pero ni siquiera nos atrevimos a adentrarnos en el agua. Todo estaba ocupado, algunos quizás lean esto y piensen que somos un grupo de sifrinos pero mi opinión estética de aquello es que el vulgo arruina las grandiosas fachadas del universo al sobrepoblarlo, la suciedad abunda en esos lugares que son sobrepoblados y la verdadera esencia de aquel lugar se pierde. Aquella creación de origen noble pierde su belleza. Después de llenar nuestros termos con agua tomamos un camino que nos llevaría directo a quebrada Pacheco o Arapan-Meru. Quizás le colocaron Pacheco por lo fría de sus aguas y es que Pacheco era un florista que residía en el Pico el Ávila, en la Caracas colonial, el bajaba del pico hacia el casco central de Caracas en la época decembrina, debido a que el frio que llegaba al pico en esa época lo corría del lugar. Entonces el bajaba con muchas de sus flores y las vendía a los Caraqueños en navidad, para ello debía atravesar caminos muy desgastantes, llegaba tan cansado a la plaza Bolívar de Caracas que los ciudadanos lo veían cada año durante su llegada, entonces asociaron la llegada de Pacheco con la pronta llegada del frio decembrino, que por supuesto, si ya había alcanzado al Ávila, pronto bajaría a la ciudad, recordando que el frio baja y el calor sube, es por ello que los aires acondicionados no son colocados nunca en el piso. En Venezuela es utilizado mucho el “Llegó Pacheco” o “Ya está llegando Pacheco” para dar a entender la pronta llegada de las bajas temperaturas a la ciudad de los techos rojos. Todo este cuento me lo narró Gustavo, ya que yo no lo conocía en aquel momento. El camino a la quebrada fue algo largo, la brisa que nos azotó hacía que la gorra que llevaba puesta saliera volando por los aires en varias ocasiones. Cuando llegamos muy cansados a la quebrada vimos que había hasta que hacer cola para bajar a la quebrada Pacheco. Con mucho estrés y desanimo entramos a un pozo pintado de azul como de acuarelas pero no tan espectacular y nos retiramos en un momento. Había tanta gente que todo se hacía incómodo y vulgar. De paso teníamos que regresar para darle chance al otro grupo, ya había pasado la hora a la cual debíamos estar en el campamento. Gustavo, Chiche y Eduardo se escaparon de nosotros y se fueron a la quebrada, lograron entrar y más tarde nos mostrarían las excelentes fotos que captaron, mientras nosotros tomábamos Coca-Cola y dábamos vueltas en un restaurant, de pobre semblante y donde predominaba el trabajo en menores de edad, asunto que tratare más adelante. Un poco triste de haberme perdido estar debajo de la quebrada, pero bueno, regresamos e intentamos agarrar una cola para llegar rápido a Saro Wapo. Nada de nada, el camino era larguísimo, hirviente y desgastante. Con poca agua y el sol que parecía estar solo a unos metros de nuestras espaldas fuimos poco a poco. Chiche prácticamente trotó hasta el campamento, llegó muy rápido. Mientras nosotros caminamos con parsimonia pero con ansiedad de alcanzar el balneario. Igualmente las risas no pueden faltar, reírnos por cualquier cosa, imaginar manantiales de agua, imaginar lo que pudiéramos estar comiendo en nuestras casas, unas hamburguesas con un vaso de refresco lleno de hielo y una lata de Coca-Cola que cuidadosamente era destapada causando un tenue y sforzando sonido del gas que escapaba de la lata para luego servir su contenido en el vaso con hielo y producir mayores sonidos desgarradores para nuestros oídos; bueno la publicidad hace su trabajo en esos momentos pero yo solo les digo por aquí que la Coca-Cola es mala, Coca-Cola=Muerte y dolor, no la compren, tomen agua (algunos se reirán leyendo esto de mi). Pero es así, a veces, los viajes se hacen con fantasías y es porque en nuestros hogares tenemos comodidades de reyes que no creemos tener y de paso creemos estar en una situación terrible, pésima y en pobreza. Cuando llegamos nos sentamos en un pequeño restaurante de precarias instalaciones y allí nos pusimos a hablar con un guía de Inparques, Raúl, él nos echó muchos cuentos, historias, nos dio recomendaciones y mil cosas más mientras yo miraba fijamente un envase de Seven-Up que tenía Langely en sus manos, del cual me ofreció un poco. Luego regresamos al lugar de acampada, donde todos parecían estar de fiesta, no la pasaron mal según la apariencia, se hicieron amigos de algunas personas y la pasaron muy chévere. Bueno eso nos dijeron al menos. Si quieren leer otra versión de esta historia y ver mas fotos denle clic al siguiente link y leerán la versión de Gustavo: http://gustavocelis16.blogspot.com/2015/01/dia-3-lasabana-como-nunca-sarowapo.html
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
RELATOS Razones para reír Dame uno andino Un viaje repentino Pasos Misteriosos ¿Qué será de los libros de historia? Sentados en el Malecón El buen venezolano Pasos misteriosos 2 Con media mochila El gigante de Mifafi Que se apaguen las alarmas La travesía Sin oxígeno ¿Miguel, activo para Chuao? Cuando Respiramos La precariedad ¿Tú todavía estas esperando los 30bs? Carreras por debajo del asfalto Tonada de las Olas Tonadas del mar Caribe Tonada de la medianoche Humboldt La paciencia Los caminos La imaginación El miedo La victoria El descenso ¡Entra en nuestros blogs!
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