Viajamos poco a poco por la supuesta pequeña Venecia ¡Que va! Venezuela, país lleno de bellezas naturales, bien escondidas algunas, intocables, se esconden del hombre y suplican a la carretera no dar pistas de su existencia, esta caso omiso hace y entonces la naturaleza se molesta, derrumba sus tierras sobre las carreteras que llevan el popule a sus vírgenes tierras. Así fue en Lara, en el parque nacional Dinira. Una carretera terrible, donde pasan de cero a tres carros al día, de resto solo pasan motos, una cada hora o dos; y nosotros esperando en el inicio de esta carretera alguna cola que duraría de 3 a 4 horas para llegar a nuestro destino, comiendo como siempre acostumbramos. Bueno ya esta, aquí fue donde quede ciego por primera vez, pana, perder la vista en medio de un viaje tan hermoso fue el infierno, pensé muchas cosas cuando quede ciego ¿Que haré con mi carrera? No podré estudiar medicina siendo invidente. Tendré que dejar de tocar trombón, quizás pueda seguir tocando piano pero no será fácil. ¿Que dirán mis padres? Esto es una tragedia, mi vida se fue a la basura, saldré a avisarle a los muchachos, y todo oscuro, el color negro me rodeaba y el silencio claro. La cuestión fue así: Llegamos esa noche a la posada de Esteban, sin tener conciencia de la hora ni mucho menos. Esteban calentaba agua para poder bañarse en esa nevera que se llama Dinira. Yo entre al cuarto un poco resfriado, la luz estaba encendida, amarillo era el color que traducía mi nervio óptico, estaba bien iluminada la habitación, Gustavo estaba revisando su teléfono o hablaba por teléfono si mi memoria no falla, Henry se comía su respectiva avena, bien simple pero milagrosa. Ahora bien, mi nariz tapadísima, no entraba media molécula de oxigeno que me diera vida, claro, por la nariz. Me acosté ya que la luz me encandilaba un poco y por eso mismo decidí arroparme por completo con esas cobijas de la posada que te hacen perder la vista, son tan gruesas que ni el mas mínimo haz de luz pasa por él, mi vista quedo absorbida por la oscuridad. Pasaron dos minutos mas o menos y decidí salir de ese planeta oscuro que se hallaba debajo de la cobija, salí y la oscuridad reinaba, creí no haber salido de la cobija e intente así salir de nuevo, pero efectivamente ya había salido, de una a otra pulsación pase de 60 latidos por minuto a 140, pero me calme: -Voy a encender la luz, debe ser que se apago sola Busque con propiocepción el interruptor para encender la luz, después de darme unos golpes por tocar primero el vacío conseguí el interruptor, cambie su estado y nada, otra vez y nada. Bueno de 140 latidos creo que llegue a 200. Allí, en ese momento llegaron todos los pensamientos y el pesimismo que martillaba mi cerebro, perdí la vista, estaba ciego. Por la puerta ni un rayo de luz pasaba, definitivamente estaba decidido, ciego pana, ciego de por vida. Creo que trate de llamar a uno de los muchachos pero no me escucharon, con criterio táctil busque la manija de la puerta y la abrí para decirle a los muchachos que estaba ciego, que no veía mas, con tristeza y un infarto para complementar. Ah claro, en el medio de la nada, a tres horas de lo que la gente llama "civilización". Abrí y vi un rayo de luz tenue, muy pequeñito, después veo la luz del teléfono de Gustavo, y después la luz de la luna. -Chamo pensé que me había quedado ciego, ¡no joda! por que no dicen nada de que se fue la luz. Y evite el infarto así. -¿No jodas en serio?. Dijo Gustavo que se empezó a reír y por supuesto fue a decirle a Henry el cuento, para reírse, burlarse y mas. La luz se había ido, esta bien pero nadie dijo nada, ni una palabrita, ni queja y yo cambiando planes de vida a un metro de distancia, dejando la carrera, etc. Aquí en Valencia se triplico la guachafita (echadera de broma/bullying). Viendo las cosas bien ¿Por que nadie dijo nada? Es que claro, en lugares como aquél, el sistema eléctrico no es indispensable para la vida, ni un susurro de protesta en base a que se fue la luz, en contraste, en la ciudad lo hubiésemos cambiado por insultos a la mama del presidente, ex-presidente, Corpoelec, la iguana, etc. Solo necesitábamos la luz de la luna, algo que comer y una buena tertulia para echar cuentos un buen rato. Esa mañana del día en que quede ciego había visto el mejor amanecer de mi vida ¿Será que había valido la pena quedar ciego pero habiendo observado antes esta obra de arte?
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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