Carreras por debajo del asfalto Aunado a esto es importante recalcar que también las ciudades deben ser consideradas como parte esencial de la retina humana, la naturaleza regala lo mejor del globo de colores en el que vivimos, sin embargo en la ciudad hay cosas buenas por ver, describir…y también unas cuantas malas. Hoy no les hablaré del verde que nos ha dado vida durante milenios sino de lo que se observa en una ciudad, mi modelo será Caracas, lo más accesible para mí por ahora, en un futuro hablaremos de Buenos Aires, Florencia, Madrid, Beirut, Bogotá, etc. -¡Caracas, Caracas, Caracas!-Gritaba uno de esos vendedores inquietos que necesitan llenar rápido cada uno de sus autobuses. -Vámonos aquí Miguel-Me dice Henry-. -Dale. Eran las 6:30 am, nos montamos en los penúltimos puestos del lado derecho del gigante móvil color mostaza y comenzamos a discutir el hecho de porque me fui en shorts en lugar de llevar un blue jean, se suponía que íbamos a entrar en muchos museos, en los que una ridícula ley dice que no esta permitida la entrada a cualquier museo a personas que tengan sus piernas descubiertas. Quizás mis piernas no son dignas para aquellos cuadros de pinturas, esas paredes tan antiguas y esos suelos tan conservados. Quizás a estos les molesta la presencia de las piernas “viéndoles”, no estamos para tantos formalismos. Sin embargo así me fui, siempre tratando de ir despierto cuando pasamos por el lago de Valencia y el túnel de La Cabrera mandado a construir por el señor Marcos Pérez Jiménez, puntos que a mi mente llegan y crean imágenes espectaculares de colores diversos. El resto del camino aproveché de dormir, el día que nos esperaba estaba ansioso de nuestra llegada a Caracas. Qué fortuna tan desmedida tuvimos, casi ni pasamos por alguna cola en la autopista. Llegó la hora de la verdad, hemos llegado al terminal La Bandera, Caracas es la segunda ciudad más peligrosa del mundo, en el año 2014 se calcularon 3797 homicidios y si hablamos de robos no llegaríamos a un número definitivo, debíamos entonces hacerles una finta a los delincuentes, esto es, llegar lo más rápido posible a la estación del metro de La Bandera y montarnos en el metro para iniciar el recorrido por esta ciudad. Con gran velocidad esquivamos muchas personas que se nos atravesaron, chocamos desconocidos y no volteamos a ver (no vaya a ser que este sea un delincuente), caminamos a velocidades incrementadas, así camina todo caraqueño. Llegamos a la estación y así comenzó la carrera, mi mente cambio el ordenador, pasamos de un ordenador lento, tranquilo, pasivo pues, a uno veloz, impaciente y apurado. Compramos nuestros boletos de metro y nos montamos rápidamente en el primer vagón que nos llevaría a Plaza Venezuela, allí rápidamente nos montamos en otro vagón de dirección oeste y llegamos luego de 4 estaciones a la estación Capitolio. Salimos de allí por la esquina la Bolsa y empezamos a caminar a velocidad por las calles, el primer destino fue el Palacio de las Academias, allí funcionaba la U.C.V, Henry me decía muchas cosas que aun yo no sabía sobre casi cada lugar por el que pasábamos, lo recomendaría como un buen guía para conocer Caracas. Entrando apenas ya yo venía con el pensamiento en negativo, creía de una vez que no me dejarían pasar y así fue efectivamente, el vigilante hizo resonar su sistema fonador: -Usted no puede pasar vestido así. Henry entró mientras me quede afuera del Palacio con una molestia terrible, no dejaba de pensar en lo injusto que es esta regla que hay en los museos venezolanos, es mejor no escribir lo que pasaba por mi mente en aquel momento, ir a conocer y quedarse afuera por estos motivos es decepcionante. Al rato Henry salió y seguimos el recorrido, decidí no pensar más en que no me dejarían pasar a ningún lugar por mi vestimenta, entonces a partir de allí todo salió bien. Entramos primero en la iglesia San Francisco, construida en el año 1593, declarado como monumento nacional y de gigantes obras, incluso sin estar muy de acuerdo con la veneración de esculturas y cuadros, creo que es un arte digno de respetar valorar, allí hacen presencia muchas de estas obras, y que excitan los afectos de muchos que visitan estas grandes obras del hombre. Allí solo nos pidieron retirar nuestras gorras, Henry llevaba puesta una gorra vinotinto que representa al equipo navegantes del Magallanes, yo llevaba puesta una del mismo equipo pero de color azul. Permanecimos allí un rato apreciando el arte, Henry aprovechaba de tomar muchas fotografías manteniendo su cámara lo más escondida posible. Al salir dimos una vuelta por el Capitolio Federal, lugar donde hacen presencia pequeños intrusos/parásitos que se alimentan de nuestro país, dejando una secuela, un pequeño tumor que hace metástasis y ahora recorre casi cada rincón de nuestro país, este tumor trae células del siguiente tipo: inseguridad, odio, ignorancia, temor, pobreza, escasez, muerte, enfermedad y demás. Es un lugar que desde afuera parece muy hermoso, sin embargo el parasitismo que allí habita es una grandísima pena para la gran construcción. Pasamos por la plaza Diego Ibarra y Henry me presentó las Torres del silencio, dos torres gemelas construidas durante el mandato del ex presidente Marcos Pérez Jiménez, fueron estas un ejemplo de la modernidad que florecía en Venezuela, un país en el que la vida sencilla era la norma, fue avanzando y las clases comenzaron a surgir. Siguiendo por esa calle, Caracas nos levantó el telón que cubría a la basílica menor de Santa Teresa, una bonita iglesia que parece pequeña desde afuera, por dentro se destaca su grandeza y las excelentísimas obras que allí reposan de un arduo trabajo artístico, pinturas que parecen intocables desde su primera pincelada hoy están perdiendo muchos de sus detalles, sin embargo, esto hace más bello su semblante y más vivo, pero con una vejez muy respetable. Allí un gran órgano pudimos ver, al igual vimos un gran órgano en la iglesia de San Francisco, estos quizás son utilizados para revivir los cantos gregorianos que han movido los afectos de los fieles durante siglos. Pasamos por el teatro Nacional, construido durante el mandato de Cipriano Castro, el arquitecto encargado fue Alejandro Chataing. Allí se presentaban generalmente óperas y zarzuelas, estas últimas no son más que arte en escena con partes en las que el canto es el personaje principal, partes en las que predomina la música instrumental y partes en las que el habla es quien manda. Recuerdo al maestro Carlos Winkelmann que tanto nos habló de los teatros de Caracas y toda esa magnífica historia que solo él me ha logrado describir de una manera tan elegante, sencilla e inolvidable, con su propio estilo, seguro que la mayoría de sus alumnos se siente afortunado de haber visto clases con tal maestro. Bordeamos esa manzana hasta encontrarnos del otro lado con el Teatro Municipal, este también descrito por el maestro nombrado más arriba. Tanta historia, recordé allí el libro “La ciudad y su música de José Antonio Calcaño, ejemplar libro de la vida que me ha hecho alcanzar el umbral de mis deseos por escribir historias sobre un país tan bonito, con grandes historias además de ser la tierra donde nací y que hoy comparto junto a millones de venezolanos que creceremos juntos por hacer de este un país más bello y pincelar todas aquellas manchas que quieren ensuciar nuestra historia. Nosotros enseñaremos a olvidar lo malo y recordar solo lo bueno, mi buen maestro Elik Sosa me lo recuerda cada clase de trombón “Olvídate de lo malo, de lo que no debes hacer, solo recuerda lo que debes hacer, así serás un gran trombonista”. El teatro estaba cerrado y no pudimos ingresar, esto nos molestó un poco, seguimos el orden y la cordura para continuar nuestro camino a paso de gigantes como dice una gran amiga, Andrea. -Henry vamos a apurarnos, mira la hora y además tenemos que almorzar. -No le pares, hay que conocer bien las cosas Miguel. Plaza O´Leary, esta fue mandada a construir por Medina Angarita con el nombre de plaza Urdaneta, el arquitecto encargado fue Carlos Villanueva, como luego se construyó otra Plaza Urdaneta en Caracas ya en honor del mismo, entonces se designó a esta plaza el nombre del insigne irlandés Florencio O´Leary, coadyuvante de la causa independentista. -Pero no hay ni un busto de O´Leary-dije-. -Bueno Miguel vamos al parque El Calvario, prepárate para pagar todo lo que hicieron los héroes nacionales por ti. Comenzamos a subir incontables escaleras hasta encontrarnos felicitados por Ezequiel Zamora quien nos decía “Mosca por ahí que esta zona es peligrosa”. Allí caminamos hasta encontrarnos con el arco de la Federación venezolana, encargado para el mismo Alejandro Chataing. Especiales detalles, increíbles formas y un dibujo espectacular nos regala esta obra magnánima. Este arco fue construido durante el mandato de Crespo para dejar un recuerdo de lo que fue la victoria en la Guerra Federal o Guerra de los 5 años. Salimos de allí rápido porque nos dijeron lo peligrosa que es esta zona, casi como moscas partimos con un solo camino. Rodeados de gigantes edificios y gente que salía de todas partes, llegamos a la Plaza Bolívar de nuevo, nos sentamos unos segundos, admiramos la estatua de Simón Bolívar y nos pusimos de pie para seguir el recorrido. Nos adentramos en la capilla de la Santísima Trinidad, mejor conocida como la Catedral de Caracas para admirar nuevamente obras de calibre mundial, como la ultima cena incompleta de Arturo Michelena, perfecta hasta incompleta, maestrísimo. El museo Sacro lo tiene al lado, allí ingresamos, los shorts no tuvieron mayor trascendencia. Pude ver alli libros del siglo 16 en los que están escritos bellísimos cantos gregorianos, tema que nos enseñó de manera impecable el maestro Miguelangel Rodríguez en nuestra pequeña escuela de música en Valencia. Tuve la oportunidad de escuchar desde el Osario del museo las voces masculinas de un canto gregoriano, de esos que excitaron alguna vez los afectos de grandes religiosos, llegando a olvidar el verdadero objetivo de la música, buscar la salvación de las almas, ahora dejándose llevar por las notas de una hermosa melodía y de un órgano, instrumento que tiene un poder superior para elevar las almas a un estado de catarsis. A pesar del hambre que teníamos, decidimos seguir caminando por las concurridas calles hasta llegar al museo Bolivariano, donde se conservan prendas de vestir del libertador, algunas de sus herramientas, su ataúd, cuadros y otros objetos que rememoran la independencia venezolana. Nuestros pies ya comenzaban a pedir piedad, tanta caminata exigía mucho a su función normal, acostumbrada a descansar en los últimos días de vacaciones. Al lado teníamos a la antigua casa del Libertador, así que decidimos darle una visita a este señor que tanto hizo por nosotros. Hay una cosa en la que Henry y yo no estamos de acuerdo con el Libertador, ese cuento de que “Si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca” es una de las frases de ignorancia en su estado más pleno, al menos desde mi percepción. La naturaleza tuvo que haber tenido piedad de este señor…o quizás fue piedad por nosotros, si esta no hubiese sentido pena por Bolívar quizás hoy solo sería recordado como “el hombre que se tragó la niebla”, “el hombre congelado de Mérida”, “El hombre que intentó vencer las tormentas”, etc. Desde aquí abajo te digo, Bolívar, debiste ser más respetuoso con la naturaleza. -Se nota que Bolívar nunca acampó en Mérida-Dijo Henry- Por fin decidimos que era hora de hacer trabajar a nuestros estómagos, entonces fuimos a almorzar, antes de ello pasamos por la casa del Vínculo y del Retorno, donde vivió un tiempo Bolívar con María Teresa. Mientras almorzamos pudimos reír al ver como al lado nuestro un señor comía un pastel de esos dulces que vendían en el local, a un costado de su pastel se posó un insecto del genero Musca, una mosca pues, y este señor seguía comiendo de su pastel, al parecer no veía a su pequeña compañera de almuerzo, el señor daba un mordisco y seguía conversando con otros acompañantes, esto se repitió 4 veces hasta que la mosca por fin decidió retirarse del pastel, convencida ahora de que hay humanos buena gente que comparten su comida. Caminamos por el centro Simón Bolívar, el descuido y el deterioro tienen el mando en este lugar histórico ¡Ay! Qué pena sentí en aquel momento. Pudimos ver allí como una ciclo vía formaba parte de los caminos, lo cual nos pudo quitar un poco la pena. Grandes caminatas nos esperaban. La avenida Bolívar se marcó de nuestros pasos que se condujeron hasta el Museo de Arquitectura donde nuevamente me dejaron pasar, pero lo que allí había no es digno de ser siquiera nombrado, al menos en mi opinión, entonces marcamos nuestro sendero hacia el Museo Carlos Cruz Diez. Se acabó la pena, ahora todo se convirtió en orgullo, grandes obras hacen presencia en este espacio. Me he perdido muchas exposiciones de Cruz Diez, ir a su museo era la medicina necesaria para mí. Allí recuerdo entonces con mucha emoción la sala de Cromosaturación, es pequeña la ahí establecida sin embargo es suficiente para hacer volar tu mente. Seguidamente nos encontramos cuadros del artista y slogans de sus exposiciones en distintas partes del mundo. Cada vez caminábamos por aceras con mucha más soledad, lo cual activaba nuestro sistema adrenérgico. Las torres de Parque Central aplastaron nuestra vista, nos demostraron que el hombre también es capaz de construir lugares de gran magnitud. Y todavía no hemos visto nada. Largo caminito, seguimos hasta llegar al teatro Teresa Carreño ¡Oh eminente maestra! Este lugar tiene una arquitectura de tipo brutalista, llamado así por exponer los materiales de la estructura en bruto. Desde 1973 inicio su construcción para ser finalizada durante el gobierno de Luis Herrera Campins diez años después, aquí se han recibido grandes artistas durante más de 30 años, merece una descripción aparte la historia de este teatro. Unos cuantos pasos a nuestro este y llegamos a la plaza de los Museos y a sus alrededores el museo de Bellas Artes y el museo de Ciencias Naturales. En el primero se exponen diferentes esculturas, pinturas y fotografías que me hacen pensar en cómo ha cambiado el arte en la historia. Sigo prefiriendo el arte antiguo, desde el romanticismo para atrás, sin embargo el arte contemporáneo es una forma que también puede ser apreciada, merece su respeto, siempre y cuando no sea algo parecido al martillo guindando de un alicate que vi en el Ateneo de Valencia, que si algo puede transmitir seria pena ajena. El museo de Ciencias naturales nos expuso mucho sobre el desarrollo tecnológico, de una forma muy organizada y emocionante. A la salida de esta plaza nos topamos con el Parque Los Caobos, Henry me comentó que su deseo era observar las distintas esculturas que allí se presentan a los ojos del mundo. Allí la tranquilidad es la madre, comparado con otras partes de Caracas es un lugar muy recomendable para pasar un rato en silencio o algo menos que ruido. Caminamos todo el recorrido que nos marca el parque para luego recorrer las afueras, decidimos recorrer toda la ciclo vía recién pintada hasta llegar a plaza Venezuela para ver si pedíamos unas bicicletas alquiladas. A pesar de ser un muy buen proyecto este de las bicicletas, era fácil darse cuenta de la mala calidad de las mismas al encontrarnos varios jóvenes llevando las cadenas de la bicicleta en sus manos o tratando de colocárselas de nuevo a la misma. Plaza Venezuela nos dejó visitarla y tomamos muchas fotos a los grandes edificios que la rodean. -Mira, vamos a darle a ver el muro de Zapata. -Henry mira la hora, es tarde, tenemos que seguir. -Entonces ¿para qué viniste a Caracas? Si no la vas a conocer, vamos. Decidí seguir a Henry y ver el muro de Zapata, a medio camino nos detuvimos a tomar algunas fotos y lo cierto es que solo pude ver de reojo el muro, luego nos devolvimos. -Henry ¿No era que íbamos a ver el muro? -Ah sí, bueno ya, ni modo, tenemos que seguir. Ya no aguantábamos casi un paso más, descansábamos a cada instante, sin embargo bastantes ganas quedaban de seguir. Alcanzamos la estación del metro de plaza Venezuela, al fin y al cabo no alquilamos las bicicletas por la cola de 15 personas más o menos que teníamos por delante y el poco tiempo de seguir conociendo, tomando en cuenta el desastre que se formaría después de las 5pm en las calles caraqueñas, donde el vulgo correría como manada para llegar a su hogar. En la estación ya se podía sentir el apuro, la sangre empezaba a correr más rápido que antes solo con bajar aquellas escaleras. Entre todo el apuro nos montamos rápidamente en un vagón en dirección al este, nuestro punto seria la Plaza Altamira o Plaza Francia, allí Henry tenía pensado buscar un bus que nos llevaría a un lugar alto donde se nos podría presentar una imagen panorámica perfecta de Caracas, sin embargo, luego de varios intentos y recorridos fallidos (por desgracia) debimos ver el reloj, ya estaban por ser las 5 de la tarde, el tiempo ahora nos puso a competir. El primer bus que pagamos no pudo moverse ni siquiera un metro desde el inicio de una larga cola de automóviles, entonces decidimos bajarnos de allí y empezar a correr por encima del asfalto, con los pies destruidos comencé a acelerar. En nuestras pupilas se empezaba a reflejar un popule indomable que corría con locura hacia la estación del metro más cercana. Henry yo ni nos veíamos a la cara, telepáticamente nos comunicábamos la pereza que nos daba tener que correr por esas calles. Henry deseaba quedarse en Caracas, yo la verdad pensaba en viajar el día siguiente a los morros de San Juan. Cuando alcanzamos la estación del metro de Chacao inició una carrera por debajo del asfalto. Allí abajo todos saben lo importante que es llegar a tiempo a ocupar un vagón, es llegar temprano a casa y escapar de la delincuencia implacable por ahora. Corríamos para alcanzar nuestro vagón y así llegar a tiempo a la estación del terminal La Bandera. El primer paso era llegar a plaza Venezuela e ir a una estación de transferencia. Luego de pasar por multitudes que parecen infinitas logramos entrar en un vagón que nos dejó en la estación de Plaza Venezuela, donde nuevamente debimos apurar el paso y correr para tomar otro vagón. Este otro nos dejó en la estación La Bandera, donde nuevamente pusimos a correr por nuestra sangre la adrenalina hasta llegar al terminal, allí luego de un rato de espera pudimos por fin conseguir dos puestos en los que partir de nuevo a nuestra ciudad, Valencia, quizás Henry prefiera decir que su ciudad es Caracas, esta se mueve al mismo ritmo que él, van armónicamente muy unidos. En este autobús el sueño se apoderó de nuestras mentes. Cuantas cosas soñé, cuantas melodías, cuantas voces crearon en mi mente una sinfonía magnifica e inolvidable. Es que Caracas se merece una sinfonía, este viaje me ha dado varios movimientos, suficientes para escribirle una sinfonía a la ciudad más importante de Venezuela. El primer movimiento se escucha cuando despierto y salgo de Valencia, el segundo cuando los nervios se activan para correr por Caracas y el tercero ejemplificará las carreras debajo del asfalto que muchos venezolanos deben hacer cada día para llegar a sus hogares, terminando con ese descanso del hogar que se prepara para un día más movido que el anterior.
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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