Con media mochila Dos perros me molestaron mucho, se apoyaban en el lado de la carpa en la que tenia apoyada mi cabeza y por ello quizás en mis sueños imaginaba una vaca recostada sobre la carpa que me aplastaría y terminaría con triste final. El Venezolano tiene sueños bien raros, en estos días Henry me conto un sueño en el que llenaba de gasolina a un compañero, lo prendía en fuego y este se cocinaba como un tequeño de tamaño humano, posteriormente él trato de esconder el tequeño aplastándolo para que nadie lo viera, entonces luego de aplastarlo este lo bota por la pequeña papelera de su casa que no me llega ni a las rodillas. Vaya sueño. Entonces, siguiendo con mi sueño, la vaca se apoyaba cada vez mas de mi carpa, Chiche también se veía aplastado poco a poco por la vaca, entonces desperté para ver si en verdad era una vaca lo que se apoyaba, pero ya había salido del sueño, al asomarme por la carpa con miedo que me consumía vi la pata de un perro seguramente bastante cómodo apoyándose de mi cabeza y la carpa. Total eran pocas horas de sueño. Chiche dormía como momia, más ruido produce una hormiga, más movimiento hace un espanta pájaros. Ya el sol avisaba de su salida y nos fue despertando. Esa mañana comí con mi grupo de comidas unas arepas de dos pulgadas de grosor. -Puro carbohidrato caracha. Decía Cesar Desmontamos todo y el sol comenzó a darnos palmaditas en la espalda, cuello y cara. Esas palmadas rostizaban nuestra piel con facilidad, incluso sentía que mi ropa se adhería a mi piel. El protector solar fue un aliado mayor desde entonces. Decidimos caminar hasta Saro Wapo, un balneario que se hallaba a unos 5 o 7kms del pueblito de San Francisco de Yuruaní, el grupo iba muy alegre. Gustavo iba entre los últimos apreciando cada paisaje, Chiche le seguía, era su como consejero o al menos eso parecía. Livist, Cesar y José Ramón iban riendo no sé de qué. Vanessa y Rafael iban juntos. Génesis iba riéndose de todo lo que decía Alfredito. Ángel y Eduardo en ese momento iban muy tranquilos apreciando la Gran Sabana. José Ces iba echando cuentos y haciendo reír al grupo. Manuel y Langely igualmente juntos con mucha seriedad y firmeza. Un grupo grande. Yo iba atrás, de último. El peso de mi mochila iba como el peso de las deudas del país, buscando tumbarme y yo era como los venezolanos que realmente aman a Venezuela y no la dejan caer aunque un peso mucho mayor que mi fuerza me empuje contra el piso. Venezuela no se cayó pero se desgarro un pedazo. Llevábamos apenas un kilómetro y la correa izquierda de apoyo de mi mochila se desgarro como papel, quedaba menos de la mitad de la correa por desgarrarse para hacer del viaje una real pesadilla. Gustavo y Cesar me ayudaron un poco a minimizar el problema, pero este seguía allí, indetenible. Vimos que nos acercábamos a el puente Yuruaní, a partir de allí estábamos a mitad de camino. Pero vimos un pequeño aviso que decía que a menos de 500 metros se encontraba el Salto Yuruaní. Camine con mi cruz, siempre de último, hasta que alcanzamos a ver el rio Yuruaní, era el cielo llegar allí, por que el sol ya no daba palmaditas sino que nos azotaba. Cabe destacar que los pequeños amigos caninos que nos acompañaron durante la noche lo mismo hicieron este día, nos siguieron desde que salimos de San Francisco de Yuruaní. Llegamos al rio y entramos desesperadamente al agua, fría, perfecta para nosotros que la aprovechamos al máximo. Luego de dar unas vueltas en los alrededores nos dimos cuenta que lo que para nosotros era el paraíso no era más que un chorrito de agua. Vimos el salto Yuruaní, amplio, gigante. Pobre el que se sienta superior a alguien y se encuentre con este gigante que lo retaría diciéndole “Si eres tan poderoso como dices por qué no te atreves a pararte debajo de mi caída” Magnitud que me dejo en shock, yo observaba largo rato aquella caída que supuestamente tiene 60 metros de ancho. Estuvimos largo rato allí, admirando aquella. Potencia de la naturaleza, empobreces al hombre, aplastas sus razones, sus justificaciones, pero a veces el odio del hombre es tan grande que se las ha ingeniado para destruir tus monumentos y a cambio de ello construye ciudades, tratando de imitar la belleza verdadera, pero en realidad no conocen ellos la verdadera belleza. Por demás, sus ciudades no hacen más que enfermar a los otros hombres y a la naturaleza, la avaricia los ha llevado a la guerra que cada día vivimos, pero ha sido tan cruel, tan diabólico el poder el hombre que cada vez se destruyen más de estos espacios y el vulgo admira tanto las construcciones del hombre que ahora para muchos la naturaleza no es más que una mera burla a pesar de que mucha gente diga “La madre naturaleza se respeta” Retomamos nuestro camino hacia Saro Wapo pero el cansancio nos contenía, el peso de nuestras mochilas y el calor nos hacían dar varias paradas, pero la suerte estaba de nuestro lado y luego de pedir cola por largo rato, Rafael consiguió alguien que nos podía dar la cola al grupo completo. Nos montamos con desesperación terrible, lanzamos nuestras mochilas a el camión que nos dejó montarnos, gritábamos para que los otros se apuraran en montarse, pero nadie se percató de nuestros pequeños amigos, ahora cimarrones. Imagino a aquellos con su cara de no entender nada. Los perros quedaron fuera del camión y al ver que el camión arranco nos siguieron por largo rato, todos los olvidamos, ahora solo podíamos ver sus esfuerzos por alcanzarnos, esfuerzo inútil en teoría pero eficaz para nuestros corazones que nunca olvidaran a nuestros pequeños amigos. Saro Wapo no es más que un bonito balneario escupido en temporada alta. El lugar parecía el estacionamiento de un gran centro comercial, miles de camionetas, con música a todo volumen, el toque de las botellas de cerveza que “Dan salud”, carcajadas incontenibles y hasta marginales de los visitantes, basura acumulada en cada espacio, parrillas, ruido, el desastre. Eso vi yo al llegar, es solo un pequeño punto de vista. Conseguimos un buen lugar para acampar y allí montamos nuestras carpas, la noche de estrellas se vio opacada por el vulgo y así luego de entrar en el balneario, cocinamos y hablamos un poco con libertad pero con ruido. Planificamos un poco el itinerario del día siguiente y cuando me di cuenta estaba de nuevo acostado en la carpa, a golpe de 9 de la noche caí tumbado. Entré a la carpa y vi que Chiche estaba comiendo algo. -Epa chamo, agarra ahí-me muestra algunas frutas secas-. Me ofreció algo de comer y escondió una gran bolsa dotada de comida como para salvar una familia. Chiche tenía comida para sobrevivir varios meses, creo que fue el mejor preparado del viaje. El sueño me tumbo como anciano, muchos se quedaron hasta más tarde despiertos pero yo esa noche caí temprano, es probable que mi inconscientemente infería que el día siguiente no sería nada fácil y necesitaría energías de sobra.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
RELATOS Razones para reír Dame uno andino Un viaje repentino Pasos Misteriosos ¿Qué será de los libros de historia? Sentados en el Malecón El buen venezolano Pasos misteriosos 2 Con media mochila El gigante de Mifafi Que se apaguen las alarmas La travesía Sin oxígeno ¿Miguel, activo para Chuao? Cuando Respiramos La precariedad ¿Tú todavía estas esperando los 30bs? Carreras por debajo del asfalto Tonada de las Olas Tonadas del mar Caribe Tonada de la medianoche Humboldt La paciencia Los caminos La imaginación El miedo La victoria El descenso ¡Entra en nuestros blogs!
|