Humboldt Alexander von Humboldt (1769-1859) fue un culto alemán mejor conocido por sus dotes de explorador, geógrafo, astrónomo y escritor. En su vida recorrió al mundo, buscando conocer más de cerca los lugares que se le escondían a sus ojos, en una época donde aún se desconocía mucho el gran mundo que tenemos. Hay que tener agallas para recorrer todo lo que este hombre recorrió durante su vida, vida que no se dejó quedar escondida en un solo lugar sino que decidió salir y escribirle al mundo lo bonito que es el mundo desde una perspectiva sumamente docta y precisa. ¿Cómo sería hablar hoy día con este hombre? Yo me lo imagino muy molesto y severo al ver la forma en la que escribo y describo los lugares a los que visito: “¿Y no vas a ponerle las coordenadas ecuatoriales al pico Naiguatá?” “¿Acaso crees que no es importante que describas bien a esa planta que fotografiaste? Que desperdicio” “A nadie le interesa la música que te imaginas en tus viajes” “¿Sabes qué? Calla por favor, de ahora en adelante te llamaré Bonpland, me obedecerás y te enseñaré lo que necesitas” Quizás estoy exagerando un poco. El nombre de este señor fue otorgado a una mágica montaña que él nunca conoció, quizás ni siquiera imaginó, me refiero al segundo pico más alto de Venezuela, el pico Humboldt. Su viaje por tierras venezolanas le hizo ganarse un buen puesto en la historia de la exploración de este país y hoy merece ser recordado en este relato. El pico Humboldt se ubica en el estado Mérida, más específicamente en el Parque Nacional Sierra Nevada con una altura máxima de 4940msnm aproximadamente, al sur este del mismo se halla su fiel compañero, el pico Bonpland con unos 4880msnm aproximadamente. Son inseparables. El primero está adornado permanentemente (por ahora) por un brillante glaciar conocido como La Corona, este es el glaciar más grande con vida en Venezuela, agradezco su atención por ahora, lo que sigue será el relato de otro de mis viajes, les presentaré el viaje que realicé al Pico Humboldt, el mejor viaje que he hecho en mi vida. Apenitas llevo un año viajando y haciendo algo de montañismo, pero no tengo la menor duda de que este viaje y esta montaña han sido lo mejor que me ha pasado en este año de viajes por Venezuela. Unas semanas antes había viajado a la playa de Tuja, un paraíso azul donde conocí a dos personajes que se instalaron en mi cabeza, Nacha y Yael, las chilenas que allí dieron más vida a mi mundo de las ideas. Ellas también formaran parte de este viaje aunque no lo parezca. Hace unos meses Eduardo hizo un trato con Alfredo, un montañista desconocido, para intercambiar un sendero. Alfredo llevaría a Eduardo y un pequeño grupo a subir el pico Humboldt y Eduardo posteriormente lo llevaría a él a conocer el pico Naiguatá. Nos pareció un poco incongruente aquello, sin embargo, Eduardo accedió por supuesto y nos invitó a Gustavo, Henry y a mí. Aún recuerdo aquella noche, estábamos reunidos estudiando para un examen de esos terribles que nos obligan a estudiar todo lo que hemos visto hasta el momento en una materia de la universidad, hambrientos, somnolientos, fatigados y sin ganas de continuar, nos llegó de pronto un mensaje de Eduardo a nuestros teléfonos. -Épale ¿Cómo están? Les tengo buenas noticias Luego de un rato de dar vueltas y vueltas a la noticia, Eduardo nos revela aquel destello de luz. Estábamos invitados a subir el pico Humboldt por un montañista que ya conoce aquel sendero. La fecha del viaje era un poco incompatible con nuestro horario universitario, sin embargo, no pensamos demasiado aquella situación y aceptamos, después resolveríamos, era preferible perder una semana de clases de cualquier manera. La fecha se adelantó y aquello fue catastrófico para Henry que ya tenía planificado un viaje a Colombia con su madre. No sé como describir esta situación para nuestro fiel amigo, aun percibo una opresión tremenda en el pecho al ponerme en su lugar. Eduardo, Gustavo y yo seguíamos en pie el objetivo. Ambos enfermaron y por un momento el miedo les hizo dudar de su asistencia. Sin embargo, traté de animar a Gustavo a ir a pesar de su tos crónica. A las 5 am del sábado 5 de agosto nos levantamos para salir a comprar los pasajes para viajar a Mérida esa misma noche. Nuestros miedos nos acorralaron inmediatamente, el viaje ya estaba confirmado. Entre mis deseos de este viaje estaban incluidos el de subir el pico Humboldt por supuesto y el de ver a Nacha y Yael, ellas nos habían comentado que estarían por la ciudad de Mérida aquellos días. Salimos tardíamente a las 9:30 pm de aquel sábado 5 de septiembre, nos habían citado a las 5 de la tarde. Dentro del bus se apagaron las luces para que los pasajeros pudieran descansar, dormir. Así, solo podía ver escasamente a través de una cortina 4 lucecitas amarillas del terminal de pasajeros de Valencia. Pasé la noche entre dormido y despierto, el autobús hacia paradas a cada momento, entre los despertares recuerdo percibir unas 5 o 6 veces que el autobús estaba inmóvil, en una de sus repetidas paradas. Cuando el sol salía creí que estaríamos cerca de la ciudad de Mérida, resulta ser que apenas íbamos por Caja Seca (Edo Zulia). El bus tomó una ruta muchísimo más larga de la que habíamos planificado. En ese largo camino comencé a activar mis sentidos para esperar una llamada en mi teléfono, Yael nos había dicho que nos llamaría ese día, sin embargo el celular no sonó en todo el viaje. Cuando llegamos a la ciudad de Mérida se nos presentaban majestuosamente las montañas de la Sierra Nevada, algunas nubes escondían sus picos, al parecer aun no éramos dignos de apreciar su belleza en su totalidad. Mis manos comenzaron a sudar al observar aquellos gigantes, nuestro deseo era conocerlos de cerca para demostrarle al mundo su belleza y encanto. Debíamos vencer el miedo, esos gigantes no desean destruirnos, solo quieren hacerse respetar y hacernos reír y llorar de alegría. En el terminal José Antonio Paredes de la ciudad de Mérida buscamos directamente a Alfredo, él estaba esperándonos en un pequeño cafetín del terminal, con un shemagh amarillo en su cuello. camisa de cuadros y mucha tranquilidad nos recibió el caballero conocedor de aquella montaña. En Mérida la calidez y buena intención de sus ciudadanos hace que esta sea una ciudad conocida por su calidad humana. Así nos atendieron en una panadería que se ubica muy cerca del terminal, allí Gustavo y yo decidimos comprar un sándwich para desayunar. Cuando regresamos al terminal conocimos a Freddy y Gustavo Morales, dos colegas de montaña que se compartirían aquel viaje con nosotros. Una llamada hizo sonar mi teléfono, al contestar escuché la voz muy clara de Yael que me recibía con un “Hola ¿Cómo estás?” En esa corta conversa le dije que las esperaríamos en el terminal, ellas nos llamarían al llegar, creí que en una hora podríamos estar aun allí esperándoles. Pasaron a penas unos diez o veinte minutos cuando Alfredo nos dice: -Epa ¿Estamos todos listos? Ya vamos saliendo, el taxi nos está esperando. Traté de convencer a Gustavo para quedarnos esperando a las muchachas, estuvo de acuerdo, sin embargo, al final decidimos que debíamos ir con el grupo para no dejar mal a Alfredo. -Ellas lo entenderán Miguel, no te preocupes-Dijo Gustavo- Una flecha atravesó mi cerebro y mi tallo cerebral para dejarme pensando y con un resentimiento terrible de haber dejado mal a las dos mujeres que marcaron mi memoria en 3 días. No podía dejar de pensar en ello y permanecí conversando sobre ello con Gustavo que comenzaba a sentirse mal por lo mismo. Partimos hacia La Mucuy pero Gustavo, Morales y yo nos quedamos en Tabay para comprar algunas cosas que nos harían falta. Yael nos llamó de nuevo, ellas irían a La Musuy, allí se encuentran las conocidas termas merideñas. Gustavo les guio un poco sobre cómo llegar hacia allí y luego se despidió diciendo con cierta tristeza: -Nosotros en verdad queríamos verlas. Así comencé a sentir mucha culpa de aquello, quizás debimos tomar la decisión antes y esperarlas en el terminal de autobuses. Ahora ya nada podíamos hacer, perdí las esperanzas de verlas nuevamente, casi por completo. Gustavo compró un Jarabe de Frailejón Morado esperando que este aliviara su tos y Morales compro algunas comidas para el viaje. Gustavo compro unos helados y luego nos montamos en una Jeep que nos llevaría a la Mucuy Alta, allí nos esperaban Alfredo, Eduardo, Freddy y la montaña. El lugar se prestó para el descanso, muy confortable. Varias personas nos describieron lo complicado de subir el pico Humboldt y nos enteramos de los accidentes y muertes que se han sucedido en el honorable pico, aquello nos hirió en la valentía. Pasaríamos la noche allí, en la mañana siguiente iniciaría nuestro viaje, subiríamos hasta la laguna Coromoto, para ello ascenderíamos más del mil metros, decidí no pensar mucho en ello y solo descansar. La noche se hizo eterna, larga, no podía dejar de pensar en lo sucedido aquella tarde, habíamos dejado mal a aquellas flores que crecieron más cerca del inicio de la cordillera de los Andes. Inmortal oscuridad, la noche me aplastó y no me dejo dormir. De pronto, quizás a medianoche, una pequeñita canina se acercó a mi sleeping. Al parecer el frio congelaba sus pequeños huesos. Era una perrita de pelo coloreado de blanco, sumamente pequeña, diríase que tendría unas dos o tres semanas de vida. Le cedí la mitad de mi sleeping, así pasé la noche, de alguna forma ella alivio un poco el insomnio eterno de aquella noche. Al parecer el resto del grupo se hundía en una nube muy cómoda, las siguientes noches serian indudablemente muchísimo más duras que esta. Esta seria nuestra noche de descanso ideal antes de iniciar a recorrer senderos, yo ya la había perdido.
3 Comentarios
Shtefani
22/2/2016 10:04:55 pm
Que paso con tabay? 😢
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Miguel Ortega
24/2/2016 08:29:32 pm
Ella está bien, me enteré de que un señor se la llevo a su casa para cuidarla, bueno al menos eso espero, que esté bien :)
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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