Tonada de las olas Entre grandes indecisiones y una inseguridad espantosa cayó la tensión que me preguntaba a cada momento si iría o no a Tuja, ese pequeño paraíso que hace unos días nos presentaron Eduardo y Gustavo. “¡Si voy!” gritó mi espíritu que me arrastraría durante los siguientes tres días de viaje. Tomé un bus con mi hermano menor a Maracay y me encontré allí con Daniela, Gustavo, Henry, Rafael, Vanessa y nuestra pequeñísima nueva amiga, Cacao la perrita que se consiguió Gustavo en Chuao y decidió cuidar. Semillas comenzaron a germinar en nuestras mentes los grandes conocimientos que florecerían pronto. El viaje inició en un camino compuesto de montañas gigantescas, carreteras encaminadas por curvas estrechísimas, un autobús lleno de personas dispuestas a llegar a las playas de Aragua como sea, un paso del calor al frio en pocos minutos para luego volver a acercarse al núcleo de la tierra, etc. Al llegar a Choroní, cada uno de nosotros comenzó a evocar recuerdos de aquellas bonitas y pintorescas calles que forman al pequeño pueblo. Compramos unos helados de cacao y otros de coco para refrescarnos del calor que centellea este pueblo. Un pequeño director de orquesta que dirige a una orquesta pequeñita en nuestro oído medio tomaba la batuta para iniciar en un rato a dirigir una magnifica y sublime pieza. Los músicos se ponían en sus lugares, en algunos oídos las cuerdas hacen mayor presencia, en otros la percusión llevaba la batuta junto al maestro, los vientos calentaban sus boquillas y sus pulmones para que su aire fuese más limpio y continuo en el recorrido y la salida del mismo en su instrumento. Los metales a duras penas trataban de afinar ese la y ese si bemol que tanto nos exigen en las orquestas juveniles. Afinaron un la natural a 441Hz y el director con un semblante poderoso esperó que el silencio reinara y dejando unos segundos de incertidumbre y ansiedad decidió levantar su batuta, así inicio el primer movimiento de la obra, música que apacigua las almas de los hombres. Este movimiento se trataba de las olas que chocan y limpian las orillas de nuestras playas caribeñas. Estas con gran libertad generan sonidos únicos que llegan a nuestros tímpanos para poner a trabajar a toda la maquinaria auditiva y llegar a nuestra corteza cerebral, donde pueden llegar a cambiar realidades y vidas. Ese choque de olas lo dá generalmente la percusión, algunos pajaritos similares a los sinsontes lo imitaban las flautas y clarinetes, el viento que recorre ese mar lo imitaban las cuerdas y los metales hacían sonar la llegada de las lanchas y los ladridos de los inquietos perros que imperan en la playa de Tuja. Nos llevó a Tuja un Chuaeño, al parecer más templado y serio que el resto de los lancheros que se expresaban con chistes, grandes palabras y voces retumbantes que chocaban nuestras ideas llegando incluso a molestar la paz que habita en nosotros. Un poco más de 20 o 25 minutos fueron necesarios para llegar a nuestro destino, la playa de Tuja, descrita por grandes e inspirados viajeros como Gustavo Celis de la siguiente manera “…es una especie de ensenada, tiene una abertura hacia el mar más pequeña que su línea costera. Es muy azul, un turquesa que se confunde con verde esmeralda.” Llegamos a eso de las 2 de la tarde directo a montar nuestras carpas para luego iniciar nuestro recorrido por el mundo de las ideas, pero este es bastante diferente a la que describió el griego al que tanto le importaba la educación, Platón. Mientras tanto, la orquesta seguía complaciente tocando la música más bonita que nuestros oídos podían procesar. Gigantes pelicanos sobrevolaban ese mar Caribe dedicado a darles vida, más de 40 millones de años han sobrevivido estas aves que siempre se dibujan sobre el cielo de las playas caribeñas. A su vista decidimos adentrarnos en el mar, el azul (o verde esmeralda para algunos) inundó nuestro sistema óptico y luego cruzó de un lado a otro las imágenes hasta llegar a donde realmente vemos, un poco más arriba. En una de esas oportunidades el resto del grupo decidió ir hasta un barquito pequeño que estaba sostenido de una fuerte cuerda, fueron para ponerse hablar y disfrutar del sol con el agua refrescante a su lado y echarse unas zambullidas en el mar. Vane y Dani saltaban al mar, a nadar como sirenas que estuvieron largo tiempo fuera del mar y ahora vuelven a refrescarse y oxigenarse en su mundo, los caballeros saltaban al mar con seguridad de ir hasta donde quisieran, su conocimiento en el agua les ofertaba grandes mundos por descubrir. Yo me quedé en la playa debido a mi precario conocimiento práctico en la natación. Aun desde donde estaba se escuchaba claramente el sonido de la orquesta, de lo cual vale la pena destacar que esta que escuchaba es sumamente diferente a la que se hace escuchar dentro de los océanos, la que yo escuchaba está en la superficie del mar. Allí animaba mi vista a observar claramente cómo se paseaba el mar sobre su superficie más o menos lejana a la orilla y la que formaba olas débiles sobre la orilla del mar. Esta brilla a lo lejos y forma pequeños picos que hacen imperfecta hasta la línea del horizonte, mancha de azul turquesa en algunos lados del mar y si alargas tu visión se hace más oscura llegando a ser tan implacable que muchos temerían caer por esos lados aun con hartos conocimientos en la natación ¿Quién sabe qué criaturas se esconden de nuestra vista dentro del mar? Nos observan sin duda. En la orilla este apacible oleaje formaba espumas y hacia bailar a la arena que se le atravesaba, haciéndola girar de un lado a otro y en espirales enamorándola con una especie de tango muy salvaje que se dibujaba en mis ojos. Al final el sílice caía nuevamente a su lugar, excitadísima luego de tan salvaje experiencia y en segundos es invitada obligada de la misma experiencia tan magnifica. A la vista es una oportunidad apasionante de aprender a amar con ímpetu. Un poco más escondida del mar hay mucha arena donde pequeños crustáceos se esconden de la gente y bailan la danza del escondite. De pronto ves un pequeño crustáceo vulgarmente conocido como cangrejo, volteas un segundo y al siguiente resulta imposible hallarlo, él se ha escondido de nuevo debajo de la arena, en un mundo desconocido para nosotros por ahora ¿Qué harán allí abajo estas especies? Un mundo de canales interminables se esconde donde estos pequeños amigos buscan amigas con un caparazón blando para aparearlas, algunos literalmente son violinistas y atraen con el sonido de sus tenazas a las damas que ansiosas los esperan ¿O no? Poco a poco los visitantes de la pequeña playa de Tuja iban retirándose en lanchas que hacían sonar a los trombones y las tubas de la diminuta orquesta, ahora estos cantaban alegres melodías en nuestros oídos y nuestros ojos observaban como quedaba sola esta playa, una playa sola para nosotros. El atardecer coloreo con acuarelas un rosado que acariciaba las nubes y un azul muy tenue que las sostenía. Así al caer ese atardecer regresamos a nuestras carpas donde en su centro preparamos una pequeña fogata con un poco de leña, yesca y unos fósforos. Compartimos nuestras comidas sin negación alguna, admirable gesto, compartir sin condición es una acción difícil de hallar en las ciudades. Aun con poca comida compartí una lata de sardina y un sanduche de espinaca con todo el grupo. Rafael abrió aquella lata y me pidieron el favor de botar el aceite que este contiene lejos de la carpa, lo cual realicé inmediatamente para luego lavar mis manos un poco a la orilla del mar, allí observé a dos chicas acostadas en la arena y aproveché de invitarlas a comer con el grupo, ya el grupo había hablado un poco de ellas y de que debíamos invitarlas. Después de cocinar fallidamente algunas salchichas decidimos comerlas a pesar de su decepcionante estado. Ya, cuando la noche prevaleció sobre la estrella que nos ilumina y le hizo escapar, llegaron las dos compañeras que tanta fortuna tuvimos de conocer; valdría la pena dedicar varios capítulos solamente a estos personajes fantásticos, pero por ahora haré mi mayor esfuerzo para que estas próximas letras valgan la pena. Se sentó primero una de ellas junto a nosotros y comenzamos a conversar, ellas resultaron ser chilenas, viajeras que decidieron conocer Venezuela, sus bellezas y sus impurezas, todo esto, solo por esa curiosidad que se evidencia en el alma del viajero. En algún momento una miríada de palabras se entrecruzaba, miríada de risas y sonrisas que parecían eternas. A pesar de la poca luz era posible ver como se destacaba sobre todas la sonrisas la de una chica en especial, la chilena que nos había dicho su nombre al llegar y ya yo había olvidado. Ella nos había presentado el nombre de su amiga que también fui olvidando, cayó rápidamente en los recuerdos de la memoria a corto plazo. En un rato el segundo personaje hizo presencia con un coco el cual había empezado a intentar abrir. Con una pequeña navaja comenzó su larguísimo intento por abrir el fruto que hizo imaginar a los hombres al norte del mediterráneo el personaje con el que asustaban a sus hijos, “El coco”. Yael fue la chica que asistió a nosotros en primer lugar, la que llegó con el coco en segundo lugar es Ignacia o mejor conocida como “Nacha”. Fueron miles de cuentos e ideas que hacíamos florecer de nuestras mentes, nos enseñaban todo de lo que sabían de Chile y nosotros de lo tanto que conocemos y amamos, Venezuela. -¡Oh qué vacano!-Hacia escuchar repetidas veces Yael, cada vez que decíamos algo sorprendente de nuestro país o casi cualquier cosa, con una sonrisa muy notable todavía. No convenía para mi hacer una descripción mental de los personajes debido a lo poco que les veía en la oscuridad de la noche y lo poco que había hablado con ellas. Sin embargo, cabe destacar que la semilla que les mencioné más atrás sin duda iba germinando más y más de tantas cosas que ellas nos decían y también de las que el grupo hablaba y yo desconocía. Al rato Dani, Gustavo, Rafa y Vane decidieron ir a tomar agua de otros cocos que a unos 15 metros se encontraban de nuestras carpas, mientras tanto, Henry, Luis y yo nos quedamos allí conversando. Al rato intenté abrir un coco, para ello tome la decisión de competir con Nacha para ver quien realizaba más rápido la dura tarea, esto con una pequeña navaja que encontré en mi mochila. Después de fallidos y ridículos intentos de abrir al fruto que de mí se burlaba, me di cuenta que perdí la apuesta, le debía entonces 50 mil bolívares a Nacha, pero de los viejos claro está, todavía debe estar esperando por ellos. Entre risas y celebrando su victoria decidió ayudarme a terminar de abrir el endocarpio del coco, después de varios golpes contra una dura piedra comenzó a brotar el agua con otros nutrientes que de la pulpa migran. Con desespero bebí de aquel elixir. Migramos a las orillas del mar, adonde el mar no nos podía tocar para así poder conversar con más paz. Todos nos reunimos allí, hablando de todo lo que se nos ocurría, nuestras vidas se exponían en casi cada frase. De pronto el grupo se iba retirando poco a poco, Dani, Rafa, Vane y mi hermano fueron desplazados por el sueño y el cansancio para descansar e intentar tener sueños memorables para sonreír o intentar hacer realidad. Quedamos allí Gustavo, Henry, Nacha, Yael y yo disfrutando de esa noche en que la playa nos arropó, con sus brisas apacibles, la orquesta que seguía sonando en nuestros oídos, la arena que tanto nos quiere que se adhería a nosotros, la oscuridad que presentaba un escenario de serenidad, ningún miedo se acercaba a nosotros, aquel se quedó lejos, muy lejos de nuestros corazones que ahora bombeaban alegría y risas a nuestro sistema. Hablamos del axolotl, de tonadas, de Venezuela, de Chile, de nosotros, de ellas, de lo que haríamos, de chistes, de palabras, de las estrellas y las constelaciones, etc. Había jurado desde hace ya varios años no volver a fumar cigarrillos por lo dañino y terrible que es para nuestros pulmones y para el aire de quienes nos rodean, solo bajo una condición lo volvería a hacer, esto debía ser acompañado de una persona y esta debía ser una persona de alegría infinita y otras características particulares. Hacia un rato Yael me había ofrecido uno, sin embargo mi promesa siguió de pie, firme como el pico Bolívar merideño que allí se mantiene, nadie lo mueve, pero a medida que pasaba la noche, hablábamos de más y más sucesos y veía más su sonrisa y su rostro que fue dibujado por especiales seres, entonces, el pico se iba convirtiendo en una torre de Pisa hasta finalmente transfigurarse en una torre de Babel, se demolió y ni siquiera el estratega Alejandro Magno pudo repararla. Volví a aspirar ese humo solo para corear a tan dichosa compañera. Aun sin conocer lo suficiente a esta chica chilena decliné mi promesa…pero ¿Por qué? ¿Solo habían pasado algunas horas desde que se nos presentó?...Bueno…hombres sabios están dedicados a responder tales preguntas. Sigamos con su rostro: Existe antes de nacer una empresa muy grande y prolifera de diseñadores que se encargan de diseñar y dibujar los rostros humanos. Esta empresa está formada por un edificio de 50 metros de ancho por 70 de largo, 5 pisos, muchas ventanas y divisiones de habitaciones muy grandes donde los diseñadores de rostros, sobre mesas de 10 metros de largo y 3 de ancho ponen a latir el corazón al máximo nivel de inspiración y su mano comienza a correr junto con un lápiz que dibuja sobre el papel el rostro del personaje que les toque representar. En las largas mesas se ubica en cada metro un dibujante, un artista que demostrará al mundo y a los hombres su inigualable creatividad, estilo y profesionalismo, todo plasmado en un rostro que le tocará dibujar; largas noches se suceden en estos lugares donde cada dibujante trabaja arduamente en su arte, para finalmente entregarlo a su jefe que diariamente revisa los papeles, los dibujos de cada artista y sin descanso; a veces deja pasar algunos rostros con terribles errores o manchones imperdonables. Sus ojeras, conocidas en el mundo medico como hipercromía del anillo orbitario demuestran lo duro de su trabajo y su vida con pocas horas de sueño. Así, de un(a) excelentísima artista nació el rostro de esta chica chilena, fue aceptado inmediatamente por su jefe que le felicitó y le mando a seguir trabajando, no se puede hacer perder el tiempo a artistas de obras tan…sublimes. Una cosa es que en tanta llenura de alegría perdí completamente el sueño, podía haber amanecido aquella noche hablando con estas ilustrísimas personas que tenia a mi lado o simplemente quedarme contemplando la noche, escuchando la orquesta que nunca dejaba de sonar y viendo como la luna no me dejaba de ver. Sin embargo en un momento el sueño alcanzó a quienes estaban a mi lado y decidimos por mayoría ir a descansar, nos esperaba un día más complejo y largo por delante en la pequeñísima y bellísima playa de Tuja, regalo que Venezuela le presenta al mundo y le deja disfrutar en su máxima plenitud.
1 Comentario
Eduardo Monzón
30/8/2015 09:54:16 am
jajajaja buena forma de volver a fumar
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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