Cuando respiramos Semanas de antelación planificando un viaje, metas basadas en lugares para visitar, para comer, hospedajes, sitios para hacer camping, direcciones de correo inexistentes, teléfonos, listas de comida, el duro trabajo de conseguir algunos equipos prestados para viajar y el amor incondicional que nos mantenía firmes en nuestro plan de conocer el estado Trujillo. Desde un principio me pareció una idea terrible la de comprar un pasaje de autobús en la línea “Las Delicias”, cuya oficina en el terminal de Valencia se encontraba sola, con su aire tan senil, el aroma añejo de una cercana muerte y muchos años de sudorosa labor. Llegué a las 7:30 am al terminal y no había nadie en la cola de esta línea de buses que era justamente la que necesitaba para llegar al pueblo de Boconó e iniciar allí el viaje por el estado Trujillo. Después de media hora y ver que no llegaba ningún encargado me dirigí a otra línea de buses para preguntar si sabían algo sobre la línea de “Las Delicias”, la señora que allí estaba me atendió fugazmente vendiéndome los dos pasajes que necesitaba, uno para Rut y uno para mí, con estos llegaríamos a Boconó por un muy cómodo precio, me retiré de los impuros aires del terminal y visité a mi amada, Rut. Pasamos el día enamorados y terminando de acomodar todo, la mochila que le prestó Gustavo estaba ahora arreglada y lista para emprender un buen viaje, pusimos todo en orden y en mi mente se mantenía clara la imagen de lo peligroso que era salir a las 10 pm del terminal, a esa hora salía nuestro autobús. Preparamos comida para llevar en el camino, fuimos a mi apartamento para ajustar cualquier detalle y a las 8 pm mi padre nos llevó al terminal. Las horas con Rut suelen pasar rápido, son sumamente divertidas, muy alegres e inundadas de su bella sonrisa que me hace sonreír causando dolor en mis risorios. A un cuarto para las nueve salimos a esperar el bus en el oscuro, sucio y pegajoso anden 1 del terminal, la luz de uno de los abastos del terminal iluminaba escasamente el lugar dándole un aspecto de seguridad que me hacía decir “Cónchale, al menos hay un poco de luz aquí, así me siento más seguro”. Allí estaba con Rut, tratando de huirle al peligro con una tenue lucecita que a las diez se apagó, tres tipos de aspecto sospechoso se nos acercaron e hicieron unas preguntas, uno de ellos no dejaba de ver a Rut que dejó a su alma ser acudida por el miedo y nos movimos un poco. El lugar estaba muy oscuro y solo un pequeño grupo de personas ahí permanecía, nos acercamos a aquel pequeño grupo para sentirnos un poco más seguros, por supuesto, sin separar la retina de aquellos sujetos sospechosos. Pasaron las diez y el autobús no llegaba, comencé a pensar muchas cosas “Esto fue una estafa, no debí comprarle el pasaje a esta señora ¿Qué haré ahora? Se arruinó el viaje y de paso podríamos ser robados por estos tipos” pero un pensamiento más fuerte se apoderó del lugar “Ya debe venir el autobús Miguel, ese autobús sale desde Caracas, no temas, tu viaje va a salir muy bien”. La larga espera llegó a su fin a las 10:30 pm con la llegada del chistoso autobús de aires milenarios y que se estacionó en el andén solicitando a sus pasajeros subir pronto para disfrutar un bonito viaje. Los sospechosos se montaron en otro autobús y terminamos diciendo “Capaz no son tipos malos, es probable que sean trabajadores y padres de familia comprometidos”. Los choferes del bus lucían sus uniformes con estilo, camisa blanca de mangas largas, pantalón de gabardina negro y zapatos negros de cuero, edad avanzada y un humor un poco fastidiado. Nos tocaron los peores puestos, al final del pasillo dónde dormir es tan difícil como intentar dormir en un columpio de niños. A pesar de ello logramos dormir un poco y a eso de las 4:30 am una familia se bajó del autobús dejando libres aquellos puestos para nuestras heridas costillas y rodillas. El color verde inundó nuestra retina y nos ahogó durante 5 días. Entre abrazos y besos llegamos al pueblo de Boconó, específicamente al terminal del pueblo, dónde la tranquilidad, el silencio y la brisa fresca suspiraban cada segundo en el lugar. Generalmente los terminales de autobuses de Venezuela suelen ser muy ruidosos, sucios, estresantes y decepcionantes, este es una excepción. Llegar a Boconó fue un alivio para una mente que en ocasiones suele ser muy negativa. Sombreros de cogollo, de cuero, camisas de mangas largas, abrigos, pantalones de jean viejos, un acento que combinaba la voz del llanero con la del andino, amabilidad y un poco de pena caracterizaban al boconés hasta ese momento. Un pueblo rodeado de verdes montañas coloreadas con cuadros de colores a causa de las cosechas de tomates, zanahorias, plátanos, fresas, entre otros; logró sobreponerse sobre nuestra visión poco acostumbrada a recibir una naturaleza tan viva y real. De la mano partimos, nos montamos en un autobús que nos dejaría en la Plaza Bolívar que caminamos por momentos, desayunamos unas empanadas de maíz con carne y luego entramos a la bonita iglesia del pueblo. Dimos la vuelta por la plaza y luego compartimos una deliciosa arepa frita tipo hamburguesa, si, es una mezcla de la hamburguesa con nuestra sabrosa arepa. Una arepa refrita rellena de carne, lechuga, tomate y salsas que es atendida por un señor llamado German, él tiene ya más de 21 años trabajando aquí, brindando alegría al pueblo boconés. Nos sentamos en un pequeño escalón de la plaza que se encuentra en frente de la estatua del Libertador y luego buscamos otros lugares para conocer. Probamos las chulas, un dulce criollo especialmente del estado Trujillo hecho a base de papelón y harina en hornos muy calientes que tuestan el dulce hasta formar una galleta muy dura que seduce al paladar, el cual ordena al cerebro comprar más de este dulce. Visitamos el museo Trapiche de los Clavo donde se trabajó durante años la preparación de la panela de papelón, conocimos allí agradables almas y volvimos a nuestro camino, partimos hacia la Laguna de los Cedros, un poco alejada del centro del pueblo. Primero fuimos a visitar un pequeño vivero de monjes franciscanos que nos recomendaron, sin embargo luego de viajar largo rato en el bus y caminar un poco por calles de tierra nos encontramos con un lugar solo, nadie nos atendió y la lluvia comenzó a caer sobre nuestros corazones que buscaron nada más que un techo de un metro cuadrado en el cual permanecimos agachados y en el cual nos terminamos de comer las chulas que nos quedaban. Caminamos una hora y media hacia la laguna de los Cedros, primero pasando por un pequeño pueblo, luego por caminos de asfalto rodeados de bosque verde muy denso, hortensias de muchos colores, pinos, un riachuelo que bajaba a un lado de la carretera, un aviso que decía “Si hay malta” que nos llamó la atención, caminos desconocidos que nos hacían pensar que nos equivocamos de camino, abismos infinitos que volcarían a cualquiera y un ternero pequeñito que nos siguió unos segundos quien sabe para qué. Cansados por el peso de las mochilas por fin llegamos a la Laguna, fuimos rápidamente atendidos por guarda parques que nos hicieron saber lo necesario y dejaron que nuestro camino se siguiera escribiendo. Bajamos a un río de agua muy fría, la “Quebrada Segovia”, intentamos bañarnos fallidamente y recogimos un poco de agua, dimos vueltas por la laguna, nos abrazamos con una fuerza incalculable, besamos nuestras mejillas y nos encontramos con un Sorocuá acollarado en el medio del bosque que posó por momentos para nuestro deleite. La laguna es verde, rodeada de montañas muy verdes que casi hacen que el cielo sea verde, arboles amontonados buscando espacio en la montaña que no consiguen, viven hacinados, no cabe una flor, una hoja ni una semilla en este frondoso espacio. Nadie más acampaba esa noche, nos preparamos una cena buenísima que compartimos con el amor de aquellas parejas que duran una eternidad, más de una vida, más que la vida misma del universo y luego lavamos todos los corotos juntos, junto a la noche que nos abrazaba. Salimos durante la noche a apreciar los colores de las estrellas, la luz que ilumina nuestros cielos, la luz de la que por desgracia carecemos en nuestras vidas por una contaminación lumínica tan fuerte que no hay manera de curarla. Fuertes neblinas se atravesaban frente a la luz que millones de años luz viaja y la sepultó en sus tinieblas. Decidimos dormir abrazados a la espera del frío de la noche y de una nueva mañana que seguro nos traería nuevas sorpresas. Cuando respiramos por fin nos dimos cuenta de que todas aquellas largas clases que nos dictaban doctores bien experimentados en la materia fueron minúsculas demostraciones de lo que es en realidad respirar. Las hortensias, calas, el samán cubierto de barba de palo, el sonido de la quebrada fuerte chocando contra las piedras que se esculpen cada día con más belleza, las estrellas en el cielo buscando iluminar las noches y hacerlas más serenas, las luciérnagas que se encargan de reemplazarlas cuando las nubes interfieren con el paso de la luz viajera, la luna luchando con todas sus fuerzas para vencer las tinieblas, el aroma floral de la montaña que limpiaba nuestras vías respiratorias, nuestras manos siempre juntas y nuestros cuerpos abrigados del frío que abrazaba con fuerza nuestra carpa, el sonido de las chicharras intentando imitar animales peligrosos alejando así a cualquiera que se les acerque, los pájaros que buscan refugio del frío en sus nidos bien elaborados con su arte genial y ecológico, la laguna silenciosa que refugiaba a tantos pequeños animales que se convierte en un mundo lleno de vida y movimiento, el sol de la mañana y el rocío que limpiaba la verde grama de cualquier impureza. Cuando nos encontramos en este espacio, en este rincón vestido de verde indómito fue cuando nos dimos cuenta por fin de que estábamos respirando y que cada respiración le daba más vida a nuestro amor, varias veces el aire hacía que nuestros ojos se apreciaran, hasta encontrar pequeñas formas en nuestros iris y hacerlas únicas, hasta encontrar pequeños detalles de nuestras sonrisas, hasta encontrar el color que emanaban nuestros corazones, hasta encontrarnos con nuestras almas y reconocer así nuestra vida entera y nuestras vidas anteriores.
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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