La paciencia “Una hora de paciencia vale más que un día de ayuno” Don Bosco Domingo 6 de Septiembre de 2015 Después de pasar esa noche de insomnio acompañado de Tabay, la pequeña perrita que acudió a mí para cubrirse del frio, recogimos rápidamente todos los equipos y partimos a eso de las 7:30am a la primera fase del viaje. -Bueno muchachos aquí estamos, vamos a subir el pico Humboldt, pueden empezar a subir o regresarse de una vez-Dijo Alfredo con gran alegoría- Apagué el teléfono, esperando hasta el último segundo algún mensaje o llamada de algún ser querido, ahora no lo encendería más hasta el próximo viernes. Aun con el remordimiento, esa sensación de culpa por lo ocurrido el día anterior, me levanté, recogí mis cosas e iba pensando cómo debía afrontar los siguientes días: -No debo permitir que esto me tumbe, hoy comienza un duro ascenso, sé que no será fácil, quizás este sea el más difícil de todos los picos que he conocido, por ahora la paciencia debe ser mi oxígeno. Callar todas esas voces que patean tus piernas, te empujan y escupen tu cara, esa es la tarea principal. Así comencé a caminar en silencio, buscando regular ese volumen poco a poco hasta desaparecerlo de mi mente. La entrada se hizo de selva, al comienzo abierta, luego se iba cerrando por pequeñas plantas, muy verdes y mojadas que en el camino trataban de acercarse a ti para tocarte, abrazarte, besarte. -¡Vamos Miguel! ¡Ustedes pueden muchachos! No se rindan, gracias por venir, los amamos… Así nos apoyaban durante ese camino. -Tranquilos muchachos que en un rato se nos abre este sendero con este poco de matas-Dijo Alfredo- Sin embargo, ese apoyo que me daban todo el camino aquellas verdes compañeras me hizo sonreír gran parte del camino, sus mojadas hojas nos empapaban de energías positivas, de apoyo. Debimos ayudar a Freddy que estaba demasiado cargado de peso en su mochila, nos repartimos el peso, yo me quedé con un piolet el cual me dijo: -Ok Miguel, conmigo tendrás algo más de apoyo que tu pierna, ten cuidado donde pises y donde me apoyes, si apoyas mal caeremos ambos por un barranco. -Eso es, vamos muchachos, Gustavo no dejes que el peso te tumbe, debes resistir-Le dijo una ramita a Gustavo-. -Freddy, tú lo vas a lograr, concéntrate, paciencia chamo, paciencia, te acompaña un grupo de panas que no te dejaran mal-Le decía la guacharaca que vimos pasar por aquella selva- -¡Alfredo! tercera vez que te vemos este año por aquí, ¡Qué bueno verte! Suerte en el camino-Resonaba una gran piedra en la que nos sentamos a descansar- -Eduardo no dejes que esa gripecita te fastidie, tú vas a llegar arriba, no te rindas-Le gritaba una ramita en la que el mismo se tropezó- -Morales ¡Pana! Segunda vez que te vemos, que bueno que volviste, esta vez veras más nieve que la última, pero ten más paciencia esta vez vale-Le decía una pequeña flor de pétalos blancos- Así se compuso ese camino, de apoyo, de calor, de sed, hambre, tropezones, cansancio, fuerza, aliento, neblina, tiempo. La paciencia me acompañó todo el camino, el viaje duraría más o menos 8 horas de recorrido, por esa selva, interminable. Objetivos claros teníamos, primero debíamos llegar a la Quebrada del Oso y luego al Paso del Duende para culminar en la zona de camping de la Laguna Coromoto, recuerdo emotivamente una frase de Morales respecto a esos objetivos. -Me imagino que le dicen la Quebrada del Oso porque cuando pasas por ahí se te monta encima un oso y en el Paso del Duende se te montan encima los duendes o empiezas a ver duendes del cansancio que tienes. Así expresaba medianamente el cansancio que teníamos en aquellos momentos, nuestras espaldas imploraban descanso, nuestros estómagos un buen alimento y nuestros ojos una vista espectacular, la consiguieron. A eso de las 3:30pm llegamos a la Laguna Coromoto, pequeña lagrima pintada de azul que refleja el recuerdo de lo que fue alguna vez un glaciar de la montaña, allí podíamos recoger agua cristalina para hidratarnos, lavar nuestros rostros y nuestras manos, ver danzar a la truchas que allí habitan y ver el reflejo de nuestros rostros. Montamos nuestras carpas y comenzamos a apreciar la belleza de aquel lugar. Aquella Laguna me regaló unos minutos de meditación absoluta, una temperatura ideal, frescura, poca brisa, frío pero no tanto, tranquilidad, paz. Allí solo observando mi alrededor, una serie de imágenes llegaron a mi mente, fueron tantas, de alegría, tristeza, indiferencia, rabia, rencor, remordimiento, felicidad. Ellas me hicieron derretir un glaciar de mis ojos, algunas lágrimas cayeron mientras Alfredo llegó a buscar agua y comenzó a tomarme fotos mientras yo trataba de esconder los ojos de aquella cámara. Llegó la noche, Gustavo y Eduardo estaban un poco enfermos aun, por eso pasaron casi todo el tiempo metidos en la carpa cocinando y comiendo. La vía láctea se dibujó muy clara ante nuestros ojos y millones de estrellas iluminaban nuestra zona de camping. Estos cuerpos celestes nos decían muchas cosas, entre las que escuché: -Hoy hicieron un buen trabajo caballeros, el día de mañana será bien complicado, tendrán vistas más hermosas que las que tuvieron en la selva, deberán tener más precaución donde pisen y una paciencia mayor, recuerden que llevan cansancio encima y una ansiedad terrible por llegar a ver ese glaciar. Alfredo, guía a estos muchachos a esa cumbre siempre conscientemente; Eduardo, se paciente con tu dolencia, ella pasará pronto, se fuerte. Freddy, recuerda que no estás solo, lo único que te pido es paciencia. Gustavo, paciencia y fuerza, elimina lo malo, así, este viaje será imborrable de tu memoria. Morales, sigue animando a este gran grupo, tu alegría les está brindando mucha más comodidad de la que necesitan. Miguel, bueno, a colaborar con este grupo, a compartir y a tener paciencia, más nada les digo. Así la paciencia me armó de valor esa noche, esperando al día siguiente. Freddy nos contó anécdotas increíbles de su vida que nos impactaron y finalmente nos hicieron reír; Morales puso a correr en una pequeña corneta varias canciones de los años 80 y 90 que Gustavo y yo no logramos digerir; Eduardo las cantaba y Alfredo nos echaba cuentos de sus viajes y travesías por Venezuela, tan interesantes que muchos preferirían pasar la noche sin dormir escuchando esas historias. Yo escuchaba estas historias con mucha atención, Freddy también nos contó historias interesantísimas de viajes que hizo para conocer diversas tribus en Suramérica y Norteamérica. Cuando cerré la carpa para dormir quedé pensando nuevamente en aquellas flores chilenas por unos momentos y el cansancio luego me dio un tiro en la nuca que me hizo quedar dormido inmediatamente. Ese día recuerdo que tomé la pequeña caracolita que me regalo Nacha en Tuja y comencé a tomarle fotos en mi mano cuando pasaba por diversas partes del recorrido de aquella selva, esta idea se extendería el resto del viaje.
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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