Sin oxígeno A continuación, vale considerar que nunca había subido un pico en mi vida, mi preparación para aquel objetivo fue nula. Recuerdo comer muchos cereales y chucherías antes de salir, no quería salir de la carpa. Dejamos la carpa allí montada y partimos. El suelo estaba empapado, buscando quitarse ese frio con el sol que salía y nos arropaba. El frio se hacía cada vez más tolerable gracias al gran astro. Sin embargo, este nos quemaba la piel que se enrojecía rápidamente. Caminamos unos metros y nos encontramos con el campamento base, solo estábamos a unos 3 minutos de llegar allí, la noche anterior, cuando nos rendimos en aquella búsqueda. Allí permanecían las carpas de un grupo que nos comentaron que se encontraba subiendo también. Discutimos un poco sobre cual camino deberíamos tomar, el de la derecha o el de la izquierda, daba igual ya que solo subiríamos un poco más y regresaríamos debido a nuestras dolencias. Con pocos pasos nuestros pulmones colapsaban, literalmente. A medida que subíamos veíamos grandes rocas, impresionantes. Henry y Gustavo señalaban repetidas veces la cima que a duras penas se veía y que yo no la encontraba ni con la vista despejada, a veces cuando la encontraba parecía cercana, a veces parecía inalcanzable. Menos mal fui acompañado con personas guerreras que nunca se rendirían. ¡Ah! Frailejones nos rodeaban y la humedad nos abrazaba con cariño, que comenzaba a ser aceptado por nosotros que solo deseábamos que despejara. Nuestras plegarias eran echadas para conseguir nuevos montoncitos de piedras, unas sobre otras que nos indicaban que íbamos por buen camino, ellos indican el sendero de la luz. Cada encuentro era una victoria, nosotros reparábamos los que estaban por caerse y seguíamos la ruta. De vez en cuando volteábamos y veíamos nuestra carpa, que iba desapareciendo cada vez que virábamos. Las nubes nos cubrían despacio. Creíamos que la potencia solar arrastraría las nubes para nuestro goce, sin embargo apenas en ocasiones podíamos encontrar su lucidez. Un cielo muy deprimido nos cubría, a tempranas horas de la mañana. Gris, definitivamente estábamos en un lugar muy gris, las rocas, el cielo y el aire estaban así pintados. El frio era regulado por el calor del movimiento, eso no quiere decir que de vez en cuando no nos chocaba un frio que coloreaba de purpura nuestros tejidos periféricos. Los descansos se fueron haciendo más y más largos, dudaba mucho lograr llegar más lejos, ahora es que me daba cuenta de que no íbamos a subir solo la loma que señalábamos, íbamos a subir el pico por entero, lo conquistaríamos. Me llené de fuerza, sin embargo el cansancio que se expresaba con repetidas pausas y descansos me hacía dudar de mis metas. Al rato vimos bajando a un grupo, bastante rápido, hablamos con ellos y nos comentaban lo cerca que estábamos, más de una hora no nos podría llevar llegar hasta arriba, eso nos decían, iban con dos perros, uno evidentemente de raza y otro muy común y alegre. Nos despedimos de ellos y continuamos. Me alegraron aquellas palabras, de vez en cuando pasaban ratos largos para conseguir nuestras pequeñas guías, los montones de piedras unas sobre otras, que parecían inestables pero en realidad guardaban un perfecto equilibrio. La duda y la obstinación me seguían además de fuertes dolores de cabeza, por demás la neblina nos cubría, nos engullo, y eso aterrorizaba mi mente. Pero estas cosas de la naturaleza nos enseñan. Cuando la oscuridad más grande y abrumadora te cubra, cuando la lluvia más eterna te empape y te golpee, cuando el camino se haga más largo y las estrellas no puedan ser vistas por tus ojos, en esos momentos en los que la sed te deshidrate, el cansancio te aniquile, la luna y el sol sean ocultas de tus ojos por las nubes, allí es cuando debes darle la vuelta a ese mundo y darte cuenta de la belleza que te está regalando la naturaleza, debes disfrutar de aquella magnitud. Es tu tarea sonreír, y si quieres llorar es tu deber hacerlo porque estas vivo, y la naturaleza te está regalando algo que no todos pueden ver, algo que solo existe donde estas. -Ya va, descanso. Nos detuvimos, nos sentamos y volteamos, he allí la vista más espectacular que recuerdo y que ha quedado impresa en mi memoria, inolvidable, cada detalle, nadie en la vida podrá robarme esa vista, ni aunque me quiten la vida. Esa imagen permanecerá más allá de lo imaginable por el hombre. Era la neblina, nos cubrió por entero, una situación inimaginable antes en mi vida, solo veía blanco puro, y silencio, mi mente alcanzo esa limpieza que a todos les cuesta alcanzar y que dicen que a la mujer le cuesta más aún. Vimos un ave magnifica sobrevolarnos, dio varias vueltas, se alejaba rápidamente y era lo único que se podía ver en ese blanco, aquella ave venció las tinieblas y nos envió el mensaje “Ustedes llegaran” “Yo lo he logrado ¿Por qué no lo lograrían ustedes?” “Ustedes son gigantes ahora y nada los detendrá”. No me he vuelto a sentir encerrado más nunca desde entonces, a partir de ahora todo es ganancia, los errores, los aciertos, las caídas, el odio, el amor, las ideas, todo tiene algo de aprendizaje. El camino siguió, arduo y las horas pasaban, creía no llegar nunca, aun algunas cosas me abrumaban. No lograba ver la cima por ningún lado, nos habían dicho que un muñeco de piedras gigante era el aviso de nuestra llegada y una bandera de Venezuela. No la veía por ningún lado, los muchachos iban sumamente tranquilos, su paciencia es envidiable. De pronto sigo marcando el camino, solía adelantarme un poco más. Recuerdo que las botas de Henry se arruinaron un poco, la suela se había despegado y ahora se complicó más su camino, sin embargo Henry seguía más calmado que yo. Entre tantas miradas que eché hacia el cielo, logré en una de ellas observar tres colores, amarillo, azul y rojo. Corrí desesperado, la cima estaba allí, abrazada por esa bandera. Los muchachos se preocuparon un poco por mi desespero, pero era que no se habían percatado de la cima, al ver la cima podrías tener todo el cansancio del mundo, la mayor sed y el hambre más debilitante pero corres hacia la cima, pareciera que todas las curas están allí, todos los dolores fueron sanados. Permanecí entonces allí sentado, congelándome, observando el blanco, Gustavo y Henry llegaron en un minuto. Nos felicitamos por el logro, que para mí parecía inalcanzable, allí guardamos muchas fotos para el infinito recuerdo y alegrías, tan perfecto momento.
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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