La precariedad El camino era solitario, podíamos caminar 3 horas seguidas por el medio de la carretera y no pasaría móvil alguno, así íbamos caminando con mucha parsimonia, echando cuentos de nuestros días, de frases, de conocimientos que compartíamos sin egoísmo alguno. Henry nos habló de los tipos de personalidad, los sanguíneos, los coléricos, los melancólicos y los flemáticos, creo que los tres somos coléricos, sin embargo me calificaron de melancólico. Así empezamos a calificar a nuestros conocidos según su personalidad y Henry nos prometió prestarnos el libro donde se imparten esos conocimientos, pero ha pasado un año y ni siquiera hemos visto la portada del libro. De vez en cuando veíamos una vaca por ahí escalando algún cerro de los que nos rodeaban y yo temía que una de ellas resbalara y una catástrofe nos alcanzara. El aroma de aquel lugar, es único, hoy el monóxido y la descomposición de una ciudad muy descuidada me ha robado esos aromas y mi memoria busca entre los recuerdos disparatadamente ese aroma; no los encuentra, ya está entre esos recuerdos de la infancia y sabe que no hay nada que buscar, mi memoria olfatoria es sumamente débil. Entre tanto, el hambre roía nuestros estómagos, hambrientos, lo que habíamos comido era muy poco y siempre recordábamos haber dejado todo en El Tocuyo. Poco nos quedaba, la situación era bastante precaria. En un punto de nuestro recorrido por buscar la quebrada de la cascada del vino, abandonamos la carretera y nos adentramos a la naturaleza, observamos esos cactus fantásticos que se encuentran en las alturas, una cosa sumamente rara. De ellos se producía un fruto de color rojo similar a un tomate o jitomate como le llamaban en tierras aztecas, tierras que según muchos fueron las primeras en las que se desarrolló la cosecha del tomate, sin embargo las tierras en las que se encuentran mayores variedades de esta fruta están ubicadas en la Cordillera de Los Andes, además de poder cosecharse con mayor calidad y cantidad, ese es el supuesto origen del tomate, llamado en Italia pomodoro (manzana de oro) debido a que allí las temperaturas hacían variar el color de esta fruta a el amarillo, entonces un botánico italiano la describió así tal cual como “pomo d´oro”. Bueno, el hambre nos podía hacer cocinar el cactus si era posible, pero entonces Gustavo y Henry decidieron probar el fruto que los maracuchos le habían recomendado, era este mismo, el del cactus, yo preferí pasar hambre y bueno al inicio me decían: -Pruébalo, es como dulce, esta burda de bueno…ey ya va…pero que coñ… Al parecer la fibra de la fruta también tenía pequeñas espínulas y estas hicieron presencia en sus lenguas, de las cuales comenzaron a intentar sacar cada espina, el problema es que estas eran mucho más pequeñas y prácticamente invisibles a la vista del hombre hambriento. El resto del día trataron de sacarse esas espinas de sus lenguas ¿Cuál es mi recomendación? Nunca confíen en un maracucho que no conozcan. Seguimos el camino del que parecíamos estar perdidos y en una de esas Henry nos grita: -¡Hey vengan para que vean esto! ¡Guou! ¿Qué será este animal? Nos apresuramos a ver y nos encontramos con el cadáver de un pequeño animal del tamaño de un perro, estaba muy seco, no teníamos idea de que podía ser, de su boca tremendos colmillos protruían y daban miedo a cualquiera. Comenzamos a crear teorías de que podría ser ese animal, ¿era un felino o un canino? No estábamos seguros para nada. -Preguntémosle al Francés, ese debe saber-Dijo Gustavo- Entonces Henry le tomo incontables fotos al cuerpo del cadavérico animal que parecía haber fallecido con una de sus patas rotas. Le tomo fotos muy cerca a los colmillos y al cráneo del animal para obtener imágenes muy bien detalladas. Pero cónchale ¿Qué podría ser? Lástima que no podíamos comerlo, solo le quedaban algunos pelos y el esqueleto. Con esta interrogante seguimos el sendero de esa libertad añorada, buscando la quebrada de la Cascada del Vino. -Miguel, ¿tú no tenías un pan Árabe?-Preguntó Gustavo- -Ah, sí vale, si lo tengo vamos a comernos eso pues Sacamos de la mochila el pan árabe que estaba todo triturado y con algunos punticos verdes en algunas porciones, pero en fin, decidimos comerlo con una lata de atún que Henry saco de su bolso y agregado a esto Henry preparo leche con una bolsa de leche en polvo que había llevado por suerte y el agua que habíamos recogido de un rio cercano a la posada de Rosa, la esposa de Esteban, el francés. Equitativamente dividimos el pan triturado (Claro que si vale) y comimos como reyes, preparándonos para una indigestión inevitable al ligar esto con el vaso de leche y un poco de avena. ¡Qué situación más precaria!-Pensé yo- sin embargo doy infinitas gracias por tener esa comida, era una comida de reyes, como dije más arriba. Hay muchos que desearían al menos una porción triturada de ese pan árabe, un poco de esa agua y esa oportunidad de compartir la comida entre amigos, riendo y burlándonos de nosotros mismos. Nos reíamos de ello por nuestra costumbre de comer como dioses en nuestros hogares, ahora había mutado esa forma de comer como reyes. Una nube gris sigilosamente se acercaba a nosotros, sin embargo en nosotros predominó el silencio, era mejor no decir ni una palabra de ello, no provocar esa tormenta. De pronto apareció un transeúnte inesperado al cual le preguntamos la dirección de la quebrada, él nos señaló la dirección y en un rato reanudamos el camino. Durante ese regreso la nube se posó más y más cerca de nosotros, se acercaba con cuidado, con mucho sigilo y apariencia inerte. Segundos más tarde pequeñas gotas comenzaron a caer sobre nuestros hombros, sin embargo continuamos caminando con algo de temor, estas gotas fueron multiplicándose y casi ni dio tiempo de vernos las caras, la tormenta hizo su gran aparición, buscamos refugio debajo de unos pequeños arboles similares a un Semeruco pero mucho más pequeños, no funcionó ese refugio, entonces seguimos corriendo buscando un lugar donde taparnos de la lluvia. No estaba nada fácil, el espacio no compartía ningún techo con la vida realmente, entonces Gustavo observó una especie de pared con unos milímetros de deformación en su parte superior que podría llamarse techo. El espacio era perfecto para una persona, pero Henry y yo invadimos aquel espacio, entonces entramos los tres allí y nos tapamos con algunas bolsas. Entonces, la situación era perturbadora: había goteras por todas partes, si alguno de nosotros se movía entonces uno de los otros era bañado por la lluvia, no había movimiento posible ni posición cómoda posible. Esta nube quizás lloraba de risa al vernos porque la lluvia se intensificó, sin embargo, creo que las plantas allí lloraban de felicidad por el agua que esta nube les regalaba, ese sonido de la lluvia no era el llanto de una nube sino el de la vida natural, aplaudiendo a esta nube por el regalo que les brinda. Al menos yo pude imaginar esa bellísima obra en aquel momento en el que con muchas risas tratábamos de anular esa imagen que para cualquier persona seria una verdadera catástrofe sin fin. La lluvia cesó unos 30 minutos más tarde, Gustavo salió primero de la cueva con algo de molestia por la incomodidad que vivíamos y luego de unos instantes decidimos seguirle.
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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