Cuando respiramos Semanas de antelación planificando un viaje, metas basadas en lugares para visitar, para comer, hospedajes, sitios para hacer camping, direcciones de correo inexistentes, teléfonos, listas de comida, el duro trabajo de conseguir algunos equipos prestados para viajar y el amor incondicional que nos mantenía firmes en nuestro plan de conocer el estado Trujillo. Desde un principio me pareció una idea terrible la de comprar un pasaje de autobús en la línea “Las Delicias”, cuya oficina en el terminal de Valencia se encontraba sola, con su aire tan senil, el aroma añejo de una cercana muerte y muchos años de sudorosa labor. Llegué a las 7:30 am al terminal y no había nadie en la cola de esta línea de buses que era justamente la que necesitaba para llegar al pueblo de Boconó e iniciar allí el viaje por el estado Trujillo. Después de media hora y ver que no llegaba ningún encargado me dirigí a otra línea de buses para preguntar si sabían algo sobre la línea de “Las Delicias”, la señora que allí estaba me atendió fugazmente vendiéndome los dos pasajes que necesitaba, uno para Rut y uno para mí, con estos llegaríamos a Boconó por un muy cómodo precio, me retiré de los impuros aires del terminal y visité a mi amada, Rut. Pasamos el día enamorados y terminando de acomodar todo, la mochila que le prestó Gustavo estaba ahora arreglada y lista para emprender un buen viaje, pusimos todo en orden y en mi mente se mantenía clara la imagen de lo peligroso que era salir a las 10 pm del terminal, a esa hora salía nuestro autobús. Preparamos comida para llevar en el camino, fuimos a mi apartamento para ajustar cualquier detalle y a las 8 pm mi padre nos llevó al terminal. Las horas con Rut suelen pasar rápido, son sumamente divertidas, muy alegres e inundadas de su bella sonrisa que me hace sonreír causando dolor en mis risorios. A un cuarto para las nueve salimos a esperar el bus en el oscuro, sucio y pegajoso anden 1 del terminal, la luz de uno de los abastos del terminal iluminaba escasamente el lugar dándole un aspecto de seguridad que me hacía decir “Cónchale, al menos hay un poco de luz aquí, así me siento más seguro”. Allí estaba con Rut, tratando de huirle al peligro con una tenue lucecita que a las diez se apagó, tres tipos de aspecto sospechoso se nos acercaron e hicieron unas preguntas, uno de ellos no dejaba de ver a Rut que dejó a su alma ser acudida por el miedo y nos movimos un poco. El lugar estaba muy oscuro y solo un pequeño grupo de personas ahí permanecía, nos acercamos a aquel pequeño grupo para sentirnos un poco más seguros, por supuesto, sin separar la retina de aquellos sujetos sospechosos. Pasaron las diez y el autobús no llegaba, comencé a pensar muchas cosas “Esto fue una estafa, no debí comprarle el pasaje a esta señora ¿Qué haré ahora? Se arruinó el viaje y de paso podríamos ser robados por estos tipos” pero un pensamiento más fuerte se apoderó del lugar “Ya debe venir el autobús Miguel, ese autobús sale desde Caracas, no temas, tu viaje va a salir muy bien”. La larga espera llegó a su fin a las 10:30 pm con la llegada del chistoso autobús de aires milenarios y que se estacionó en el andén solicitando a sus pasajeros subir pronto para disfrutar un bonito viaje. Los sospechosos se montaron en otro autobús y terminamos diciendo “Capaz no son tipos malos, es probable que sean trabajadores y padres de familia comprometidos”. Los choferes del bus lucían sus uniformes con estilo, camisa blanca de mangas largas, pantalón de gabardina negro y zapatos negros de cuero, edad avanzada y un humor un poco fastidiado. Nos tocaron los peores puestos, al final del pasillo dónde dormir es tan difícil como intentar dormir en un columpio de niños. A pesar de ello logramos dormir un poco y a eso de las 4:30 am una familia se bajó del autobús dejando libres aquellos puestos para nuestras heridas costillas y rodillas. El color verde inundó nuestra retina y nos ahogó durante 5 días. Entre abrazos y besos llegamos al pueblo de Boconó, específicamente al terminal del pueblo, dónde la tranquilidad, el silencio y la brisa fresca suspiraban cada segundo en el lugar. Generalmente los terminales de autobuses de Venezuela suelen ser muy ruidosos, sucios, estresantes y decepcionantes, este es una excepción. Llegar a Boconó fue un alivio para una mente que en ocasiones suele ser muy negativa. Sombreros de cogollo, de cuero, camisas de mangas largas, abrigos, pantalones de jean viejos, un acento que combinaba la voz del llanero con la del andino, amabilidad y un poco de pena caracterizaban al boconés hasta ese momento. Un pueblo rodeado de verdes montañas coloreadas con cuadros de colores a causa de las cosechas de tomates, zanahorias, plátanos, fresas, entre otros; logró sobreponerse sobre nuestra visión poco acostumbrada a recibir una naturaleza tan viva y real. De la mano partimos, nos montamos en un autobús que nos dejaría en la Plaza Bolívar que caminamos por momentos, desayunamos unas empanadas de maíz con carne y luego entramos a la bonita iglesia del pueblo. Dimos la vuelta por la plaza y luego compartimos una deliciosa arepa frita tipo hamburguesa, si, es una mezcla de la hamburguesa con nuestra sabrosa arepa. Una arepa refrita rellena de carne, lechuga, tomate y salsas que es atendida por un señor llamado German, él tiene ya más de 21 años trabajando aquí, brindando alegría al pueblo boconés. Nos sentamos en un pequeño escalón de la plaza que se encuentra en frente de la estatua del Libertador y luego buscamos otros lugares para conocer. Probamos las chulas, un dulce criollo especialmente del estado Trujillo hecho a base de papelón y harina en hornos muy calientes que tuestan el dulce hasta formar una galleta muy dura que seduce al paladar, el cual ordena al cerebro comprar más de este dulce. Visitamos el museo Trapiche de los Clavo donde se trabajó durante años la preparación de la panela de papelón, conocimos allí agradables almas y volvimos a nuestro camino, partimos hacia la Laguna de los Cedros, un poco alejada del centro del pueblo. Primero fuimos a visitar un pequeño vivero de monjes franciscanos que nos recomendaron, sin embargo luego de viajar largo rato en el bus y caminar un poco por calles de tierra nos encontramos con un lugar solo, nadie nos atendió y la lluvia comenzó a caer sobre nuestros corazones que buscaron nada más que un techo de un metro cuadrado en el cual permanecimos agachados y en el cual nos terminamos de comer las chulas que nos quedaban. Caminamos una hora y media hacia la laguna de los Cedros, primero pasando por un pequeño pueblo, luego por caminos de asfalto rodeados de bosque verde muy denso, hortensias de muchos colores, pinos, un riachuelo que bajaba a un lado de la carretera, un aviso que decía “Si hay malta” que nos llamó la atención, caminos desconocidos que nos hacían pensar que nos equivocamos de camino, abismos infinitos que volcarían a cualquiera y un ternero pequeñito que nos siguió unos segundos quien sabe para qué. Cansados por el peso de las mochilas por fin llegamos a la Laguna, fuimos rápidamente atendidos por guarda parques que nos hicieron saber lo necesario y dejaron que nuestro camino se siguiera escribiendo. Bajamos a un río de agua muy fría, la “Quebrada Segovia”, intentamos bañarnos fallidamente y recogimos un poco de agua, dimos vueltas por la laguna, nos abrazamos con una fuerza incalculable, besamos nuestras mejillas y nos encontramos con un Sorocuá acollarado en el medio del bosque que posó por momentos para nuestro deleite. La laguna es verde, rodeada de montañas muy verdes que casi hacen que el cielo sea verde, arboles amontonados buscando espacio en la montaña que no consiguen, viven hacinados, no cabe una flor, una hoja ni una semilla en este frondoso espacio. Nadie más acampaba esa noche, nos preparamos una cena buenísima que compartimos con el amor de aquellas parejas que duran una eternidad, más de una vida, más que la vida misma del universo y luego lavamos todos los corotos juntos, junto a la noche que nos abrazaba. Salimos durante la noche a apreciar los colores de las estrellas, la luz que ilumina nuestros cielos, la luz de la que por desgracia carecemos en nuestras vidas por una contaminación lumínica tan fuerte que no hay manera de curarla. Fuertes neblinas se atravesaban frente a la luz que millones de años luz viaja y la sepultó en sus tinieblas. Decidimos dormir abrazados a la espera del frío de la noche y de una nueva mañana que seguro nos traería nuevas sorpresas. Cuando respiramos por fin nos dimos cuenta de que todas aquellas largas clases que nos dictaban doctores bien experimentados en la materia fueron minúsculas demostraciones de lo que es en realidad respirar. Las hortensias, calas, el samán cubierto de barba de palo, el sonido de la quebrada fuerte chocando contra las piedras que se esculpen cada día con más belleza, las estrellas en el cielo buscando iluminar las noches y hacerlas más serenas, las luciérnagas que se encargan de reemplazarlas cuando las nubes interfieren con el paso de la luz viajera, la luna luchando con todas sus fuerzas para vencer las tinieblas, el aroma floral de la montaña que limpiaba nuestras vías respiratorias, nuestras manos siempre juntas y nuestros cuerpos abrigados del frío que abrazaba con fuerza nuestra carpa, el sonido de las chicharras intentando imitar animales peligrosos alejando así a cualquiera que se les acerque, los pájaros que buscan refugio del frío en sus nidos bien elaborados con su arte genial y ecológico, la laguna silenciosa que refugiaba a tantos pequeños animales que se convierte en un mundo lleno de vida y movimiento, el sol de la mañana y el rocío que limpiaba la verde grama de cualquier impureza. Cuando nos encontramos en este espacio, en este rincón vestido de verde indómito fue cuando nos dimos cuenta por fin de que estábamos respirando y que cada respiración le daba más vida a nuestro amor, varias veces el aire hacía que nuestros ojos se apreciaran, hasta encontrar pequeñas formas en nuestros iris y hacerlas únicas, hasta encontrar pequeños detalles de nuestras sonrisas, hasta encontrar el color que emanaban nuestros corazones, hasta encontrarnos con nuestras almas y reconocer así nuestra vida entera y nuestras vidas anteriores.
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Pemón
Durante nuestro viaje por la Gran Sabana a pie y pidiendo cola (aventón) pudimos conocer una pieza de esta etnia indígena tan característica y tan nombrada de Venezuela, la etnia Pemón, habitante no solo de Venezuela sino también de Guyana y Brasil, siendo dividida en tres grupos: Los Arekuna, Taurepan y los Kamarakoto; en este caso nosotros conoceríamos a los Arekuna, aquellos que habitan en los alrededores de la carretera troncal 10 y la carretera a Kavanayén ubicadas en Venezuela, más específicamente al noroeste del monte Roraima y en el valle de Kavanayén. Durante un viaje que duró unos 4 días por la Gran Sabana, en el Parque Nacional Canaima sector oriental nos acercamos a diversas comunidades indígenas, conocimos a muchos pemones que vale la pena nombrar y otros que no tanto, una comunidad que sufre el olvido por parte de las autoridades de un país que ha sido robado por la codicia y la corrupción, sufre el olvido de un país, sufre el decaimiento del turismo en Venezuela, su fuente principal de ganancia económica. De piel tostada podemos ver a la gran mayoría de los pemones, cabello muy liso y graso en las mujeres y muy fino en los hombres, dentaduras casi perfectas que en algunos por descuido con el paso del tiempo van perdiendo, de estatura baja, podrían describirse como de tipo endomorfo o brevilíneo y con ojos levemente achinados. ¿Qué comen los pemones? En tierras casi infértiles, de dificilísimo cultivo, se alimentan por la construcción de pequeños conucos en sus hogares de los cuales pueden cultivar la yuca, el plátano, el ñame y la batata ¡Ah claro! Y también algunos viven de la cacería de venados, tigritos y dantas que habitan en las selvas y bosques de galería de la Gran Sabana. Pudimos apreciar al pasar por sus casas construidas generalmente de piedra y techo de paja que se alimentan en su mayoría del casabe y la bebida conocida como kachiri, ambas hechas a base de la yuca que cultivan. La segunda basada en la masticación y posterior fermentación de la yuca, una bebida de alto grado alcohólico y que más adelante debimos conocer con nuestras propias papilas gustativas. Por vivir en uno de los parques nacionales más grandes del mundo viven también del turismo. Siendo el sexto parque más grande del mundo, lleno de bellezas naturales descomunales como lo son los tepuyes o mesetas y sus preciosas caídas o saltos de agua de gran tamaño, encontrándose entre ellas el salto más alto del mundo, el Kerepakupai Vená (Salto Ángel). Vamos a darnos cuenta como la mayoría de sus saltos de agua (Merú significa salto de agua en su lengua) poseen dos nombres, siempre uno dado por la misma etnia y otro escrito por el hombre de la ciudad que le da otro significado como es el caso del salto Ángel, que para los pemones es conocido como Kerepakupai Vená (Salto del lugar más profundo). Sin embargo pude observar como algunos se han olvidado de respetar a la naturaleza y solo la utilizan como su fuente de dinero al utilizarla en el turismo, en algunos de estos sitios descomunales pude apreciar como la basura forma ahora parte del paisaje, forma los caminos que nos llevan hasta la mayor parte de las bellezas naturales del parque. Es fatigante encontrar tanta basura en un lugar tan prístino, es triste ver como los mismos habitantes descuidan su propio hogar y lo dejan como un basurero revuelto, esto no es siempre cierto, existen diversas comunidades muy organizadas que dejan apreciar una gran belleza, un buen cuidado y tacto sutil en cada detalle de sus esquinas. La mayoría llenas de perros callejeros que sufren del poco alimento y las tierras infértiles, algunas casas se adornan con un poco de la globalización, tienen antenas de televisión por cable y luz eléctrica por todos lados, en algunas se puede escuchar la música del televisor y también podemos ver grandes equipos de sonido que utilizan algunos para vivir fiestas muy escandalosas como las de nuestra ciudad. Otros disfrutan de la música con instrumentos musicales coloridos y cantan melodías muy bonitas en su lengua característica. En algunos pueblos se encuentran refrescos, chucherías y recuerditos de la Gran Sabana para llevar a precios bastante costosos en la moneda casi ya sin valor en Venezuela, que, irónicamente lleva el nombre del Libertador, Bolívar. Iglesias católicas se implantan con fuerza en sus tierras y buscan ser la semilla que crece en aquellas tierras, repitiendo oraciones incansables hasta que estas por fin puedan ingresar en las almas de los pemones para así caducar sus creencias mitológicas, es difícil ahora encontrar pemones que conozcan a cabalidad sus mitos y creencias primeras, algunos incluso desconocen del nombre e inclusive de la existencia de algunos de los tepuyes que se dibujan en su panorama, algunos incluso teniéndolos frente de sus hogares. Su lengua es bastante común escucharla en la mayor parte de sus comunidades, algunas de las expresiones que conocimos gracias a la palabra de Adán, uno de los pemones que conocimos durante el viaje fueron: Waküperö (Hola), Waküperö medan (Hola ¿Cómo estás?), Iña (Bien y Sí), Waküpeman (Gracias). Todos sus alrededores se encuentran colmados de aves muy bonitas que van de aquí para allá y les cantan preciosas melodías, son incontables, es un deseo superior visitar esos lugares con una gran guía de aves y conocerlas bien a cada una de ellas. La personalidad del pemón es en general (bueno, del Arekuna) muy callada, a veces muy alegre, a veces muy seria, distanciado en ocasiones del turista para no generar una relación más allá de un intercambio monetario. Otros si son muy conversadores y alegres, disfrutan hablando con el turista e incluso pueden convertirse en grandes amigos. Padecen de diversas enfermedades parasitarias en su mayoría por vivir en una zona endémica de diversas especies de mosquitos y otros artrópodos que transmiten diversas enfermedades. El gobierno los olvida como si no formaran parte del país, solo los recuerda cuando una campaña política se avecina, con paraísos terrenales tan bellos es inconcebible que el turismo esté tan desgastado, en esta ocasión nos comentaron que las últimas temporadas altas no han sido tan buenas como lo han sido en años pasados, lo cual da mucha pena. Es necesario cuidar sin cansancio estos paraísos, los pemones deberían ser los primeros que den ese ejemplo, porque es su hogar y no deben permitir que un turista ensucie y contamine su hogar, el medio ambiente que tanta vida nos brinda. Por último, debemos saber que pemón significa persona, a diferencia de lo que significa Canaima, otra tribu más salvaje que los pemones califican como terrible y malvada, el significado de Canaima para los Arekuna es “ser maligno” o “demonio”. Existe una pugna entre estas tribus, misterioso mito popular que califica a los Canaima como caníbales y envidiosos, seres capaces de hacer mucho daño a los pemones por el sentimiento que nos separa, el odio. ¿Qué debemos buscar entonces? El amor, aquello que nos une. Emprendimos entonces un viaje (Henry Aguiar y yo) hacia la Gran Sabana, fuimos a conocer abismales saltos de agua, apreciar los sublimes paisajes que nos presenta el Parque Nacional Canaima (Al cual los pemones le quieren cambiar el nombre a causa de lo escrito más arriba), a conocer más de cerca la etnia pemón, sus costumbres, personalidad y lenguaje, lo que les afecta y lo que no, sus problemas. Más fotos de este viaje por aquí: http://tonadasdemedianoche.weebly.com/la-gran-sabana.html Razones para reír, aprender y llorar
La imagen, me encontraba en la Avenida Las Américas de la ciudad de Mérida, justo en frente de la célebre panadería Los Carvalhos, donde la atención es siempre buena, los jóvenes panaderos que atienden miran de reojo los gestos de su jefe al final de cada atención al cliente, buscando descartar una mirada de molestia o decepción. Eran casi las 7 de la noche, creadores pintaban con desespero nubes de colores para sorprender a los merideños. Ahí, en esa calle, iba yo caminando con un inmovilizador manual en mi brazo derecho, había sido fabricado por el ingenio y un poco de ego del joven doctor Ilber Ramírez. Mi mano izquierda cargaba la pesada mochila de más de 25 kilos, mi hombro izquierdo cargaba un pequeño bolso azul de 2 kilos, además de cargar con mi bolso pequeño de ataque, mi mano derecha incansable cargaba un pote de plástico donde quedaba un poco de agua. A pesar de ello, mi rostro cargaba una pesadísima sonrisa con muchos kilos de felicidad, el mayor peso lo llevaba mi alma, la felicidad ¿Cómo puedes sonreír en un momento así de terrible? Con un brazo recién salido de su lugar, acababa de sufrir una luxación de brazo derecho, estaba de viaje solo, cargaba una pesadísima mochila, era de noche y no tenía donde quedarme a dormir. No lo sé, solo era feliz. Risas y lágrimas de alegría evocaban con fuerza hacia un lugar mágico donde la vida me regala motivos para vivir, Mérida. En horas de la tarde, a eso de las 4:30 aproximadamente mí estomago se comunicó con mi sistema nervioso central: -Epa ya está bueno, lo último que comimos fueron esas galletas donde viste la Laguna esa que por momentos el hambre me robó. -Ya va dame un chance, déjame buscar un buen lugar para comer hermano.-Respondió el nervioso- La mañana antes del accidente busqué desde San Rafael de Mucuchíes un lugar para almorzar, pero la mayor parte de ellos me ofrecía dulces, comidas saturadas de azúcar que mi estómago rechazaba. Sin éxito bajé hasta el pueblo de Mucuchíes, en una pequeña panadería pedí dos panes de queso que me costaron 50 Bs y un pan de coco por 20 Bs, allí vi un grupo de 4 mochileros saciando su hambre también, no presté mucha atención a ellos, el hambre me lo impedía, es costumbre buscar conversa con estos grupos, les iba a preguntar lo siguiente: “¿De dónde vienen? ¿Saben cómo llegar a La Musuy?” Ellos se retiraron y así abandoné mis deseos de conversación. Seguí buscando comida, asomándome de vez en cuando hacia la montaña que acompañada de nubes estaba, por este motivo decidí bajar hacia el pueblo de Tabay y abandonar mis deseos de subir a las aguas termales de “La Musuy”. En el camino me monté en un autobús para bajar al pueblo donde mi hambre esperaba ser saciada. Con la pesadísima mochila y mucho cansancio pensaba sólo en mi regreso a Valencia, ya mis piernas cansadas de caminar largas distancias pedían reposo. El autobús no tenía puestos libres así que me quedé en la puerta de pie. La tragedia se veía viva, enterita, cada persona hacia su predicción respecto a lo que me podría ocurrir cargando con esa pesada mochila. Una señora muy amable decidió ayudarme y así prevenir un accidente mayor. Mientras tanto busqué una posición adecuada para permanecer en aquel medio. En una curva un poco pronunciada el autobús fue frenado con fuerza por el conductor, mi cuerpo se mantenía en aquel autobús por mi miembro superior derecho que con fuerza intentó mantener de pie mi sistema axil, el intento fue llevado hasta lo más extremo de lo posible, mi articulación del hombro derecho procuró evitar que el amigable humero se separara de él, su misión fracasó. Los músculos del manguito rotador y otros no menos importantes hicieron su mayor esfuerzo por mantener al humero. Entre gritos, algunos ligamentos que se unen con la cavidad glenoidea se estiraron provocando alarma en las neuronas del plexo braquial, gritos inconmensurables despedía cada neurona, llegando rápidamente a mi sistema nervioso superior, haciendo casi que viviera por momentos en el presente, la velocidad de conducción fue extremadamente arrasadora, los pilotos de fórmula 1 más destacados aplaudieron aquella velocidad tan radical. Caí al suelo en ese preciso momento, sufrí una luxación en la articulación del hombro derecho, dolor inmediatamente terrible. Los siguientes minutos corrieron a gran velocidad, varias personas me ayudaron a sentarme y entre dos personas me inmovilizaron el brazo con un suéter. Un joven presentó una preocupación tremenda hacia mí en aquel momento de desesperación. Sólo recuerdo muchas palabras, varias personas decían palabras que chocaban unas con otras, el transito comunicacional era nefasto. Tratando de inmovilizar mi brazo se enredaban dos objetos, al final la calma reclamó su lugar, la paz volvió. -Si quieres cuando lleguemos a Mérida te bajas con nosotros, yo ando con un grupo de varios, nosotros te ayudamos.-Exclamó el joven- Acepté la ayuda y traté de retomar la calma, extinguir el dolor hasta llegar al hospital. Una descripción medica buena del dolor (seguramente criticada por uno de mis maestros) sería así: Dolor de aparición brusca, localizado en la articulación del hombro derecho de intensidad 8/10, irradiado a miembro superior derecho y cuello, pasa a ser de carácter intermitente con periodos de acalmia de uno a dos minutos, agrava con el movimiento de la articulación y presenta acalmia con: Traté de no pensar en nada, poner mi mente en blanco o pensar en la naturaleza que hacía unos días había conocido mi alma, grandes poblaciones tiene ya edificadas en estas zonas, algunos ministros intentan lo imposible para evitar su proliferación hasta los rincones más profundos del pensamiento. Traté de pensar en que todo estaría bien, la preocupación desapareció progresivamente, el dolor siguió con intermitencia, el sistema humano no es tan tonto como para dejar pasar un dolor así de fácil con recuerdos de sonrisas y almas brillantes. En unos 45 minutos llegamos a la ciudad de Mérida, acudió a ayudarme Amilcar, así se llamaba el joven que me ayudo antes, el que preocupado demostraba su interés innato en ayudar. Cargó mi mochila y junto a sus amigos me acompañó hasta un hospital que se encuentra cerca del terminal donde nos dejó el autobús. Allí me atendió en un rato un médico, me envió a hacer una placa de Rayos X, los que por casualidad fueron descubiertos y luego usados ridículamente. Luego de observar la placa el doctor realizó una maniobra sencilla, esperando el grito de dolor cuando el humero retornara a su sitio, el grito nunca llegó, escapó. La articulación se abrazó nuevamente, el humero acompañó de nuevo a sus inseparables compañeros, la escápula y la clavícula. El doctor me colocó un inmovilizador y el camino continuó. Todo en orden, ahora debía volver al terminal, dejar la mochila en un lugar donde guardarla y buscar una posada para dormir. Así llegó ese momento, con mi mano izquierda cargaba la pesada mochila, en el hombro izquierdo cargaba dos pequeños bolsos, en mi mano derecha un pote de un litro y medio lleno de un poco de agua ¡ah claro! y una pesada sonrisa cargada de risas. Pude imaginar cómo me veía realmente, un poema de locura. Reír. Escapar de las risas en los “malos momentos” es parte de la educación que debe recibir el terrible ser que habita en nuestras almas, es nuestro deber educarlo, enseñarle a reír en esos momentos de sabor tan amargo. Debes estar loco para sentarte a morirte de la risa en un momento aparentemente trágico, solo en una ciudad donde no conoces a nadie, con un brazo inmóvil y un peso tremendo por cargar. Pero ¿sentarme a llorar de dolor serviría de algo? ¿Apaciguaría el dolor? ¿Cómo llorar o estresarme si había tenido tanta suerte? ¿Suerte? ¡Que se te salga el brazo no es suerte! Bueno, suerte es haberme montado en el autobús adecuado donde un grupo de personas me ayudaron y rieron para hacer desaparecer el dolor. Reír hace desaparecer hasta el mayor dolor, cuando reí no existió más dolor, podía creer incluso que a mi alrededor podría existir algo de envidia, quizás algunos desearían robar esa felicidad que con buen aroma limpiaba los aires. Algunos usan las sonrisas como terapia en la medicina, sin embargo, estas no son suficientes para curar, el alma tiene diversas porciones que deben ser educadas para vivir feliz, reír no es suficiente, es solo una minúscula parte de la verdadera curación. Un alma educada puede reír aun en su desesperación, puede reír aun cuando la muerte transite a su lado, puede reír junto a la muerte, realizar una armonía a dos voces junto a la muerte, robarle el triste componente que tantos le dan a ella ¿Cómo podría no llorar si alguien que amo ha fallecido? Si amas esa alma, su esencia permanecerá en tu corazón, no hay nada que te pueda separar de ella más que tú mismo. “Tu estas definitivamente loco” dirían algunos. Podrías reír por lo ridículo que suena el hecho de que ahora estés separado de esa alma solo porque su cuerpo desapareció, o puedes quebrar tu alma en llanto, cualquiera de las decisiones que tomes es buena, tu alma debe aprender a transitar ambos caminos. Incluso nuestras almas se burlan de nosotros y nos juzgan como locos cuando reímos donde normalmente el popule llora, donde una carcajada es un insulto social, bueno, así es que las almas aprenden las cosas, poco a poco, solo debes dejarla pensar un rato. Hemos aprendido a no llorar aunque las almas que amamos no nos amen, aunque nos ignoren y rechacen nuestra mano, inténtelo, quizás llorar sea el primer paso, quizás angustiarse sea el primer paso, quizás…hemos aprendido a no llorar cuando fracasamos, cuando fallamos a otra alma, cuando decepcionamos a nuestros familiares, cuando nuestros amigos se separan de nosotros, cuando el odio nos domina, cuando la sociedad nos aplasta y nos juzga como tontos e inútiles, inténtelo, quizás levantarse sea el primer paso, quizás hacer silencio sea el primer paso, quizás…sonreír casi siempre es uno de los últimos pasos, es por ello tan difícil creer que sea posible reír en aquellos momentos, la distancia entre la tristeza y la alegría es realmente larga en muchas almas, es nuestro deber hacer desaparecer esa distancia. Las almas a veces son tercas y permanecen llorando en un rincón, varias veces ha sido necesario amarrarla y con un caballo arrastrarla a ver el sol, a ver las estrellas, buscar constelaciones, dibujar formas en las nubes, conocer el aire de las montañas, ver un pequeño Siete Colas (Leptasthenura andicola certhia) cantar en un pino, ver la lluvia caer y como las plantas celebran su llegada con cantos contrapuntísticos bellísimos, ver…son muchas lecciones. Aún nos falta recorrer muchas de estas autopistas. Aprender, ¿Sería usted capaz de ayudar incondicionalmente a un desconocido con todo lo que tiene? Es una pregunta de la que muchos escaparían “Pero si no tengo dinero para ayudar a nadie” “Mas bien necesito que me ayuden a mi” “Cónchale no se ¿Y si después de pasa algo a mi o me están buscando estafar?” “Creo que sí, pero bueno, depende del momento”. Por ahora sólo nos dedicaremos a aprender a ayudar. Ser médico no significa para nada ayudar a alguien, el corazón es el verdadero dueño de esa labor, hemos visto médicos que han curado incluso enfermedades terminales pero nunca han ayudado a su paciente, el cual llega incluso a desprestigiar el trabajo del galeno. En esta ocasión el doctor Ilber realizó una gran labor al reparar la dolencia, pero su trato al paciente fue netamente de rutina “Esta es una maniobra que suele causar mucho dolor, todo depende de la colaboración del paciente, tienes que calmarte para que salgamos rápido de esto” ¿Salgamos rápido de esto? “Anda para que te hagan una placa”. Curó el dolor pero el paciente notó su forma de ver al paciente como “uno más”, de una u otra forma, estoy agradecido por su trabajo. Ser médico no significa tampoco relacionarse de forma extremista con el paciente, esto puede llevar otros problemas, pero un alma bien educada podrá alcanzar los rincones más ocultos del corazón de otra sin herir su propio ser. De hecho, el mundo se quema cada día, cada día destruimos, contaminamos, parasitamos el mundo que todo nos da, y son pocos los que se dedican a la labor de cuidar el mundo como prioridad. Como estudiante de medicina reconozco con mucha seguridad que hay problemas más importantes que salvar la vida de alguien (como médico), quizás la mayor parte de las vidas salvadas sean un microorganismo patógeno más que destruye al mundo cada día con sus acciones, quizás no, con dureza soy capaz de decir que no me quita el sueño salvar muchas vidas como médico, sino como humano, como habitante del planeta, de otra forma, que no sea un mero intercambio de “valores” monetarios por salud. El dinero no tiene valor, salvar una vida que no lucha por salvar al mundo es casi imperceptible para la tierra que mientras tanto nos llora. Salvar una vida, curar una enfermedad o aliviar el dolor con felicidad es una labor muy bonita pero, aunque sea duro de aceptar para muchos, aplastante, nunca será más importante que salvar la naturaleza, nuestro planeta, plantando un árbol le regalas oxígeno a miles de almas, de especies, salvando un alma puede ser que no, esta de hecho podría ser la próxima en contaminar o acabar con la naturaleza. Bueno, sigamos, quien realmente ayudó al afectado fue Amilcar, su preocupación sorprendía al que observaba aquel momento tan fugaz de terror, su trató hacia el desconocido educó a más de un alma que cerca se encontraba, pobres aquellos que taparon sus ojos y ensordecieron sus oídos en aquella clase magistral de vida que Amilcar presentó, los afortunados que asistieron a aquella clase apreciaron en vivo la teoría y práctica de asistencia humana. En un momento el afectado se sentía curado, más preocupados se encontraban los que ayudaban. Amilcar tuvo dos ayudantes en especial, la clase fue excelente, los espectadores atónitos quedaron a aquel momento, sus mentes luego sorprendidas escribían relatos para contarle a sus conocidos sobre aquel momento, lecciones de vida para enseñar a sus hijos, algunos hacían de la historia un poco más heroica de lo normal “¡Al chamo se le fracturó el brazo!”. La clase esta aún rindiendo frutos, se multiplica ¿Hasta dónde llegará? Gracias Amilcar, de pana a mí también me has dado una lección, afortunados los que te rodean, deben aprender mucho de tu intelecto. Sólo las almas más educadas acuden a dar estas clases magistrales. Llorar ¿Para qué? Es nuestro deber educarnos con más lecciones para poder hacer un pequeño resumen sobre el origen y la verdadera tarea de las lágrimas. |
AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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