Empezamos a caminar en medio de frailejones, su olor característico desconocido para mí en aquel momento se convirtió en un potente inhibidor del dolor y todo lo que habíamos pasado ese año. Hacía solo unos meses nuestras vidas pendían de un hilo, delgado que con solo un poco de mala suerte podía hacer caer nuestras vidas a en un profundo abismo. El frió merideño en aquel momento fue congelando nuestra ignorancia citadina y aquella pesadísima neblina cubría nuestros malos pensamientos y recuerdos de nuestra vida en la ciudad que tanto daño hacen al indefenso ser humano, así olvidamos todo. Solo seguimos el camino desconocido, buscando un lugar para acampar, la neblina se hacía cada vez más espesa y la luna nos brindaba un poco de luz, agradable, tenue, pequeña pero sublime para nuestra necesidad. Perdimos el sendero pero seguimos caminando, siendo guiados por Metzli. El cansancio fue cada vez más demoledor para nuestras rodillas no acostumbradas a cargar tanto peso y nuestros pulmones nada habituados al poco oxígeno. En medio de algo de desesperación decidimos acampar, la hermosa noche se convirtió rápidamente en cruel. Gustavo y Henry prácticamente montaron solos la carpa, no comimos nada, ahí nos ganó la batalla la altura. Había mucha seriedad en nosotros, poco común pero creo que el miedo a la naturaleza fue imponente, preferimos callar, no molestarla, hacer como si ni siquiera estuviéramos ahí, respetarla. A las 9pm comenzaron nuestros intentos de sueño. El frío se impuso a nuestra carpa, nuestras cobijas y toda prenda para evitar el frío, se burló ¿O simplemente pasó libremente por su espacio? Este frío es dueño de su espacio, cosa que los humanos no podemos decir ya que ella se reiría con un soplido. Pase más de la mitad de la noche chocando mis incisivos involuntaria y descontroladamente. Cada vez que me levantaba veía la hora a duras penas en mi reloj digital, tratando de pulsar un pequeñísimo botón para iluminar la pantalla y poder ver la hora, esto solo para ver que habían pasado 5 minutos desde la última vez que lo vi, era delirante. Nunca extrañe tanto a Tonatiuh, el sol que vida reparte. Los dedos de mis pies no sentía en lo absoluto, claro, mi sangre se trasladó al centro del cuerpo y se olvidó de darle oxígeno a los extremos, así en medio de la desesperación creí perder inminentemente alguno de mis pies, en verdad perdí el sentido de ellos esa noche. Eterna noche, potente frío no cruel sino más bien libre, tan libre que no existe ninguna ley que lo regule, se traslada libremente, nadie le molesta, nadie se atrevería, nada ni nadie le dice lo que debe hacer, él ya sabe cuál es su camino.
Durante la eterna noche escuche pasos afuera de nuestra carpa, jamás hubiesen sido pasos de humano, el oído menos entrenado podría reconocer el sonido de los pasos de un humano del de otra especie, yo decía “¿Escuchan eso?” pero creo que en ese momento pasaban por sus 5 minutos de sueño antes de volver a despertar por el frío. Me levante 3 veces escuchando aquellos pasos. El mal de páramo nos aplasto, continuamente Gustavo y Henry expresaban deseos nauseabundos, y bueno, crecía en mi algo de preocupación. Tardaría muchas hojas en describir aquella larga noche. De pronto abrí los ojos y un destello de claridad retumbo en mi retina, Gustavo y Henry no estaban, quizás fueron a buscar agua. Una claridad gigante nos invitó a seguir el camino. Quedé con Gustavo en regresarnos a Valencia. Comimos excelentísimo, avena, chocolate y otros cereales revivieron nuestros ánimos mientras Henry afuera intentaba encender una pequeña hornilla hecha de lata de refresco. Se quitaba los guantes para encender un fósforo que expiraba de inmediato, quitarse los guantes para encender un fósforo era como dejar que una lanza helada traspasara tus manos. En definitiva luego de varios intentos fallidos Henry logró encender la hornilla y preparamos manzanilla caliente que termino de avivar nuestros deseos de subir aquel pico. Luego de discutir un poco quedamos en subir una colina que veíamos muy de cerca y luego regresar a Valencia, tristemente. Decidimos también dejar nuestra carpa y todas nuestras pertenencias en la carpa, ya que con peso hubiese sido muy complicado para nosotros subir esa pequeña colina. Solo llevamos algo de comida por si acaso, comida de verdad en mi opinión muy desagradable pero no había más remedio, todo en un bolso más pequeño, teníamos todo lo necesario para pasar hambre, ya que el camino era desconocido para nosotros. Pero seguimos el camino…
2 Comentarios
Veronica Contasti
1/4/2015 12:32:55 am
Buen trabajo Miguel!!
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Miguel Ortega
15/4/2015 03:48:23 pm
Muchas gracias Vero!
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AuthorMúsico, Escritor y estudiante En prensa:
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