Nostalgias El lunes por la tarde a eso de las 4:30 pm iba caminando a unas cuadras de mi casa y decidí solo ver lo que me rodeaba, el sol estaba muy expresivo a pesar de que unas nubes grises le pedían permiso de llorar sobre la ciudad que ha estado bastante seca desde hace tiempo. En la esquina del cruce hacia la urbanización Los Colorados había un hombre vagabundo, de esos que aquí llaman borrachitos o loquitos, bueno, estaba él sentado con unas tres bolsas llenas de latas de refrescos a sus lados, es un hombre de contextura gruesa, yo diría que pesa unos 85kgs y mide 1.60m, su tez tiene pigmentos oscuros, es lo que en el mundo de la genética llamarían afrodescendiente, sin duda. Lleva una franela blanca bastante sucia, manchas oscuras por aquí y por allá, pequeños orificios por allá; un blue jean bastante descuidado, rasgado en varias partes y muy manchado, la mayoría diría que de las cervezas o el vómito propio del individuo. Tiene una gran barba que tapa la mitad de su cuello. Él está sentado en una pequeña saliente que formó la raíz de un gran árbol que sin pedir permiso arrasó con la acera y parte del asfalto para darle algo de vida a la vista humana. Allí sentado con los brazos extendidos y cruzados, sus manos modelaban sus uñas largas, descuidadas y llenas de desechos; la mirada se dirigía un poco al suelo, pero no tanto como para decir que veía al piso fijamente, el veía mas allá, sus cejas estaban deprimidas y sus ojos estaban empapados en lágrimas, más bien parecían estar exprimiéndose de tanto liquido del alma que de ellos brotaban, algo rojos también, razón por la cual muchos dirían que estaba drogado o borracho, la verdad no lo sé, pero aun así esas lagrimas corrían por su rostro, hacían el recorrido común del llamado dolor del alma, no eran lagrimas cualquiera. Por unos segundos sus labios acompañaron esas lágrimas de una sonrisa armónica, suficiente e ideal para su momento, era una sonrisa pequeña que concordaba con el pensamiento del nostálgico personaje principal de esta historia. Por su imaginación imágenes memorables paseaban, la principal era el recuerdo de aquel día en que su padre decidió llevarles a su hermano y a él a conocer Caracas, la capital de Venezuela que altos edificios construye para ser el pulmón financiero del país. Él tenía apenas 8 años en ese recuerdo ¿Cómo recordarse? la memoria de largo plazo es lo mejor que tiene la mente, y su recuerdo intacto perduraba y ahora se reproducía. Su padre es tan alto que él tiene que levantar mucho la mirada para poder ver apenas su barbilla y su sonrisa, su padre iba en aquel autobús con mucha tranquilidad viendo el paisaje, mientras él jugaba con su hermano tratando de no molestar a su padre. De vez en cuando su padre les echaba un regaño para calmarlos y evitar que algo malo les pasara. Cuando llegaron a la ciudad de los techos rojos sus deseos estaban centrados en conocer el metro de Caracas que una nueva línea inauguraba en el año 1988, la línea hasta Los dos caminos. La gente camina muy rápido en esta ciudad y ellos no estaban acostumbrados a ello, iban muy lento, como valencianos pues, disfrutando de los edificios altos y de apreciar el ritmo de aquellas vidas. Conocieron el ritmo del metro y grandes sonrisas pintaban, todo el mundo podía reconocer que aquellos tres eran visitantes de la capital. En plaza Altamira, también llamada Plaza Francia, él y su hermano corrían alrededor de aquella gran fuente de agua, mientras su padre estaba allí sentado y observaba el cielo todavía azul de esa tarde, “¿Qué estará pensando?”- se preguntaba nuestro actor principal- no hizo mucho caso a eso y decidió seguir corriendo, ese es el instinto del niño. En eso cae al suelo y se propina un golpe que le genera muchísimo dolor, ese que hace llorar con mucha fuerza a un niño, la tristeza hizo su parte en esta historia, así estuvo un rato hasta que su padre escuchó su llanto y corrió a atenderle. Su hermano también fue rápidamente a ver que le había ocurrido, su padre sobaba repetidamente el “chichón” que se formó en la frente de su hijo, mientras lo abrazaba y le decía “Tranquilo papa que todo está bien, no te paso nada, tu padre está aquí contigo”. Esas palabras mágicas hicieron que el llanto cesara y así se pudo tranquilizar el niño que abrazó con fuerza a su padre, ese abrazo llenó de tanta alegría a su padre que este empezó a llorar frente a su hijo. Este momento fue rápidamente procesado a sus recuerdos inolvidables e hizo escena en ese momento en el que yo caminaba cerca del personaje. Su sonrisa tenue se fue transformando en una tristeza inconmensurable, su sonrisa falleció trágicamente, ahora recordó el momento en que fue asesinado su padre unos meses después del viaje a Caracas, era imposible no recordarlo después de su primer recuerdo. Asesinado por un delincuente para quitarle la billetera, de un puñal le quitó la vida y le quito la sonrisa a una familia entera que de él dependía. Solo rememoró el video de su madre llorando cuando alguien tocó la puerta de su casa, esos gritos se grabaron en su memoria y se hicieron inolvidables a pesar de lo terribles que fueron, posteriormente rememoró la imagen de su padre en aquella tumba, cayendo despacio hacia el fondo de un hueco de tierra. Sus parpados ocluyeron sus ojos y sus lágrimas corrieron por toda su cara, llegando al suelo, a una pequeña florecita, esas de pétalos blancos y pistilos amarillos, las anteras y los filamentos de sus estambres estaban cubiertos de un poco de agua, era muy poca agua, la caída de esta gota fue milagrosa para alguien, aunque un momento tan terrible significara, vida ha dado y así el cáliz parecía hacer bailar a los pétalos de alegría. Ese recuerdo torturo más a nuestro personaje pero el final de este caminar me llevó a ver más de cerca la última modificación de ese rostro. Ahora su sonrisa revivió, secó las lágrimas de su rostro derecho con la manga derecha de su camisa y descubrió una gran sonrisa, aun con lágrimas pero ahora eran de la máxima felicidad, esa que es casi inalcanzable para muchos. Su recuerdo fue el siguiente: En la navidad de ese año en que su padre fue a darle luz al cielo, su madre tuvo que trabajar muchísimo para mantener a sus dos hijos y a su hogar, fue un año muy difícil para ella, el pequeño veía a su madre muy cansada luego de salir del colegio, y cuando terminaron las clases decidió ayudarla a vender Carato, quesillos, majaretes, refrescos, arroz con coco, tortas y otras chucherías en las noches afuera de las iglesias durante las misas de aguinaldo. Él había escrito una carta ese año para el niño Jesús, a pesar de que su madre le había recordado que ese año el niño Jesús no visitaría su hogar. Fue un mes agotador y su recuerdo estuvo centrado en el 25 de diciembre cuando a media noche después de cenar y comer chucherías fruto de su trabajo, su madre le presento su regalo de navidad, un carrito de madera para él y uno para su hermano, cada uno diferente de diferentes colores y figura, en el suyo estaba inscrito su nombre en la placa del pequeño auto, “Vicente”. Ese abrazo que le dio a su madre fue único e inolvidable, procesado a su memoria de toda la vida, que hizo escena en ese momento. Esa felicidad que tuvo este personaje en ese momento es aquella que todo ser desearía pero que si no hurga bien en sus recuerdos nunca la encontrará, allí hacen lugar grandes imágenes con color incluido. Sus lágrimas y su sonrisa bañaron el suelo y algunas pequeñas flores, esas que solo baña la lluvia, cada cierto tiempo. Crucé la calle y allí termino esta historia, este cuento de momentos. Es un cuento que siguió escribiéndose y fue terrible para nuestro personaje, ahora vagabundo, “borrachito” y fracasado según la opinión de muchos, sin embargo, recuerdos de felicidad guarda y nos demuestra que la felicidad no se puede comprar. Miguel Ortega
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Escribo por aquí algunos cuentos que quizás llenos de un toque mágico hacen contraste con los relatos viajeros que escribo
¿Te darías un baño aquí?
Por encima de las nubes
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CUENTOS
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