Dame uno andino ¡Ah! Clamoroso sueño que llega después de un largo día de clases. En el mes de diciembre de 2014 nos organizamos en un salón Katherine, Gustavo, Henry yo para planificar negocios, grandes negocios, llenos de éxito monetario, en síntesis, buscábamos dinero para viajar a Roraima al menos nosotros 3, Katherine no. En un cuaderno anotábamos todo lo que necesitaríamos, todo el gasto aproximado, toda la ganancia aproximada, los lugares donde vender, etc. Apenas conocía a Katherine, con Gustavo y Henry trabajé antes vendiendo sándwiches fitness, negocio que se disolvió fácilmente. Pero esta vez nuestras energías fueron muy grandes, sabíamos que el éxito nos acompañaba. El éxito era la disciplina que Katherine cultivo en nosotros a punta de regaños y miradas represivas, mirada que quedó grabada en nuestras memorias. Aquel día planificamos todo, solo faltaba comprar algunas cosas y seguir el camino del éxito. Venderíamos pastelitos, tortas, galletas, agua, maltas, papelón con limón y otras cosas en un bazar navideño que se iba a realizar en El Trigal de Valencia, en frente de una iglesia. En la mañana de un sábado salí bien temprano a casa de Henry con las galletas que hice de avena y organizamos todo para vender, la casa de Henry olía enteramente a pastelitos, olor que ha quedado impregnado en nuestra lamina cribosa. El desastre comenzó…que digo la venta, organizamos todo en el bazar, nuestro puesto era excelente, todo en orden. Entre tantas cosas tuvimos mucha competencia pero la gente se fue acercando poco a poco con más confianza, las personas de los otros puestos perdían sus ganancias comprándonos pastelitos y maltas, el combo perfecto. Escuchamos allí muchas cosas con frecuencia: “Bueno dame uno de pollo a ver” “¿Tienes de andino?” “Esta frío este pastelito pana” “Dame 5 pastelitos de una vez” “Dame uno andino” “¿Pastelito de pizza? ¿Qué es eso?” Las galletas y las tortas parecían supeditadas al fracaso, pero las tortas salieron avanti, mientras las galletas se endurecían cada vez más y pena daba venderlas. Otros vendedores viendo su inminente perdición a nuestro lado decidieron vender pastelitos al igual que nosotros al día siguiente ¡Vaya, vaya! La competencia se hacía más dura, pero con Katherine de nuestro lado teníamos la ventaja de la belleza femenina invencible, el problema estaba en que nosotros tres espantábamos un poco a la gente. Recoger el hielo de la cava y colocarlo en el vaso era un proceso sumamente estresante, había un guante de plástico pequeño para coger el hielo y colocarlo en el vaso, luego debíamos servir el refresco con cuidado de no servir demasiado como para que se botara. La mirada de Katherine vigilaba cada movimiento durante este proceso. Además debíamos colocar luego de nuevo el guante en la cava, proceso complicado ya que nuestra otra mano no debía tocar el guante para quitarlo ya que lo ensuciaría. Si los regaños que Katherine nos echó ese primer día fuesen puñetazos seguramente estaríamos hospitalizados. Cosas como olvidar colocarse el guante y coger el hielo a mano limpia ocurrían frecuentemente. -Dame acá, yo lo sirvo nojombre. Decía Katherine Así pasaron los días de ventas, las moscas se escabullían increíblemente de manera que ingresaban a la tortera, acariciando las tortas buenísimas que vendíamos. Una entró al paquete de galletas, no sabemos cómo, ya que los paquetes estaban sellados, menudo misterio. Nuestra competencia (los otros vendedores) además de comprarnos pastelitos y tortas, nos copiaban, siempre nos reuníamos a cuchichear sobre sus acciones. Cuando Katherine no estaba, Gustavo, Henry yo aprovechábamos para comernos pastelitos y vendérnoslos a precio de fábrica, la mitad de nuestro precio. A veces veíamos uno medio feo y nos lo comíamos, a escondidas de Katherine obviamente. La venta de panes de jamón que propuso Henry fue un fracaso brutal, no sería correcto hablarles tanto sobre aquellos panes. A pesar de lo malo el negocio iba bastante bien, era agradable compartir de aquella manera, afortunado me siento de trabajar con tan buenas personas. 1) Un día nos llovió, a Henry y a mí. Katherine y Gustavo estaban en clases de danza. La venta iba bastante bien. -Pana me das 3 pastelitos y dos tortas por favor. Sonrisas se dibujaron y de inmediato un palo de agua cayó. El cliente abandonó de inmediato el lugar y Henry y yo nos tuvimos que esconder debajo de la mesa que se convirtió en nuestro techo, con muchas goteras cabe destacar. Escondimos lo que pudimos debajo de la mesa, pero no fue del todo útil. Muchas cosas se mojaron irremediablemente. Risas nuestras se escuchaban en toda la plaza, la risa es el mejor remedio, incluso en las situaciones más funestas. 2) Otro día nos llovió de nuevo, esta vez Gustavo pasó también por ello. Katherine seguía con suerte. Ahora éramos 3 personas bajo la mesa, sin poder realizar movimiento alguno más que reírse o llorar de la situación 3) Había un niño que siempre iba a preguntarnos cuanto costaba algo y nunca nos lo compraba, ese niño era un poco fastidioso y echador de broma 4) Katherine y Gustavo decidieron en algún momento dejar de trabajar y sólo quedamos Henry yo vendiendo pastelitos en las misas de aguinaldo. Allí vendíamos cada día más pastelitos y en nuestra casa todos los días cocinábamos bandejas y más bandejas de pasteles, nos quemábamos con el aceite, destruíamos pastelitos, madrugábamos para cocinar, la cocina y hasta nuestro ADN absorbió el olor a pastelito de carne. Hicimos ahí nuestro negocio y esta vez los reyes de las ventas eran otras personas (la competencia) que todos los años vendían arepas dulces con queso en frente de la iglesia al final de las misas de aguinaldo. Colas gigantes se formaban en torno a ese negocio mientras al nuestro solo iban familiares y amigos ¡Ja! Eso fue solo los primeros días, luego nuestra dinastía recobro vida. Nos fuimos convirtiendo en los reyes nuevamente, vendíamos y vendíamos pastelitos cada vez a más personas en las misas de aguinaldo, adjuntamos venta de chocolate caliente que fue super exitosa, nos fuimos quedando cortos con las ventas ya que la gente nos pedía más y más comida. “Dame uno de pollo” “Dame uno de mechada, dos de andino y un chocolate” “Dame 5 chocolates calientes” “¿Qué es lo que venden aquí que hay tanta gente?” “Dame 3 de pizza” Era realmente difícil atender a tantas personas a la vez, un desastre para entregar el vuelto, entregar el pastelito, servir el café o el chocolate y decir “Gracias, Buen provecho” Un día decidimos ir a vender a una cola de un banco, el asunto estaba en que debíamos ir caminando. En la Avenida Bolívar tomamos un autobús, destacando que teníamos encima la mesa, los potes con los pastelitos, la cafetera de Lala, el Koala, y otros corotos. Nos montamos y el colector dando 3 golpes en la carrocería del autobús que retumbaron en toda la avenida gritó: -¡Dale que ya se montaron! El colector se dirigió a cobrarnos y nosotros en nuestra situación de tacañería y de estudiantes con derechos decidimos pagar pasaje estudiante que rápidamente el colector rechazó escupiendo vulgaridades y reproches. De paso el autobús echó un frenazo que hizo que a Henry se le cayeran varias cosas, varias señoras muy amables nos ayudaron a cargar las cosas y se metieron con el colector, nos defendieron como torres de un juego de ajedrez, pieza sumamente valiosa. Una de ellas se ofreció a pagar nuestro pasaje completo: -¿No ves que los chamos andan trabajando? Si fuesen malandros si los dejarías montarse seguro A fin de cuentas pagamos pasaje completo para no entrar más en conflicto, incluso vendimos pastelitos a nuestras torres. Conseguimos el dinero suficiente para realizar nuestro viaje a Roraima. El último día de ventas fue un gran éxito, Henry partió esa misma mañana para Lara a pasar allí la navidad y el año nuevo con su familia. El dinero no fue ni de cerca lo más importante de esos días de trabajo. Compartir, reír y aprender fueron nuestros mayores logros, a pesar del cansancio este tipo de experiencias se hacen inolvidables y sumamente significativas en la vida.
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Escribo por aquí algunos cuentos que quizás llenos de un toque mágico hacen contraste con los relatos viajeros que escribo
¿Te darías un baño aquí?
Por encima de las nubes
¿Llegarías tan alto? Llanos venezolanos
CUENTOS
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